06 Mar
El Teatro Español en la Primera Mitad del Siglo XX y la Obra Dramática de Ramón María del Valle-Inclán
Ramón María del Valle-Inclán es uno de los grandes renovadores del teatro español, reconocido por su constante búsqueda de innovación formal y temática, y por su ruptura con las convenciones teatrales de su época. Además de dramaturgo, fue novelista, poeta y ensayista, y se le considera uno de los precursores del teatro contemporáneo europeo. La evolución de su teatro sigue una trayectoria similar a la del resto de su obra: desde una estética inicial modernista hasta una propuesta cada vez más crítica y original.
Etapas en la Producción Teatral de Valle-Inclán
1. Dramas Decadentistas
En esta primera etapa, Valle-Inclán aplica el modernismo al drama, aunque gradualmente se aleja de esta estética e incorpora personajes con lenguaje y actitudes realistas, tratados con ironía, llegando incluso a la caricatura. Sus primeras obras incluyen:
- El marqués de Bradomín: Utiliza procedimientos ridiculizadores y la técnica de múltiples lugares de acción.
- El yermo de las almas: Se centra en el estado anímico de la protagonista, una joven burguesa que abandona a su esposo mayor para vivir con su joven amante. Se exalta la hipersensibilidad y el triunfo de los sentimientos, a la vez que se critica la religión y el orden social burgués.
2. Dramas de Ambiente Galaico (Ciclo Mítico)
Los críticos agrupan varias obras bajo la denominación de «Ciclo Mítico»:
- Comedias bárbaras
- Divinas palabras
- El embrujado
Comedias bárbaras fue la primera obra dramática de gran envergadura de Valle-Inclán. Divinas palabras se centra en el ambiente rural gallego, presentando un mundo de pasiones y violencia, un mundo mítico, feudal y primitivo. En esta segunda obra, se muestra lo irracional, la superstición y la crueldad de los instintos arraigados en gentes elementales y primitivas. Todas las obras de este grupo están interconectadas por sus temas, personajes, atmósfera y significado, y se ambientan en una Galicia mítica e intemporal. Representan una sociedad arcaica donde los conflictos giran en torno a la lujuria, la soberbia, la crueldad, el despotismo, el pecado, el sacrilegio, la superstición y la magia.
En Comedias bárbaras, los personajes encarnan impulsos elementales del ser humano y actúan movidos por oscuras razones. En Divinas palabras, confluyen el mundo distorsionado de los esperpentos y la estilización decadentista. La acción se construye en torno a Laureaniño, un enano hidrocéfalo cuyos familiares lo exponen en las ferias para ganar dinero. Un grupo de borrachos lo embriaga y le causa la muerte, desencadenando el drama.
3. Las Farsas
Este grupo incluye:
- La marquesa Rosalinda
- La cabeza del dragón
- La enamorada del rey
- Farsa y licencia de la reina castiza: Una deformación despiadada de la corte de Isabel II, tema recurrente también en sus novelas del «Ruedo Ibérico».
La deformación caricaturesca, precursora del esperpento, se manifiesta en las farsas. Valle-Inclán manipula a sus personajes como muñecos grotescos y distorsiona su lenguaje para degradarlos y deformarlos.
4. El Esperpento
El esperpento es el término que Valle-Inclán utiliza para denominar a un conjunto de obras creadas mediante una estética personal y renovadora. Con el esperpento, el autor busca mostrar lo absurdo, el sentido trágico y su disconformidad con la vida española de su tiempo. Entre otros recursos, se sirve de:
- La deformación de las situaciones y de la realidad.
- La distorsión del lenguaje, a veces vulgar pero rico.
- La degradación de los personajes, presentados no como héroes, sino animalizados como peleles o muñecos grotescos.
- La presencia simultánea de aspectos trágicos y paródicos.
- El uso de la hipérbole.
Las tres obras que el propio autor denominó explícitamente esperpentos se reúnen en el volumen Martes de Carnaval:
- Los cuernos de Don Friolera
- Las galas del difunto
- La hija del capitán
El ejército español es el centro de la crítica en esta trilogía.
En Luces de bohemia, se define el esperpento como una visión particular del mundo, una visión distorsionada de la realidad. Esta realidad es destruida y transformada, revelándose tal y como es. El esperpento funciona como un instrumento de desenmascaramiento, una deformación grotesca de la realidad. Valle-Inclán utiliza esta estética para mostrar su profundo desprecio por el momento histórico que le tocó vivir.
En Luces de bohemia, el lector asiste al viaje dantesco de Max Estrella, un poeta ciego, guiado por su alter ego, Latino de Hispalis, por diversos lugares madrileños. Se presenta un desfile alucinante de gentes abatidas, zarandeadas por la vida como muñecos, como personajes de un gran guiñol que Valle-Inclán resucita.
Luces de bohemia es, en esencia, una sátira nacional, un reflejo de la preocupación por España. Se observa a un Valle-Inclán saturado de una literatura preciosista, de princesas y salones, que vuelve su mirada hacia una España caduca, doliente, en trance de ruina y desmoronamiento irremediable. Lo más desolador del esperpento es el desfile de gentes sin metas, sin aliento ni futuro. Es, sin duda, la primera obra literaria española en la que desaparece el héroe y en la que una colectividad entera se convierte en el personaje principal.
Lenguaje y Estilo
El elemento unificador de toda la obra de Valle-Inclán es su empleo del lenguaje. Utiliza una gran variedad de recursos lingüísticos, combinándolos en una lengua literaria muy personal que incluye la metáfora, la jerga callejera madrileña, la ironía y los neologismos, entre otros. Crea, por tanto, un estilo propio y distintivo.
La significación de Valle-Inclán dentro del teatro contemporáneo es excepcional. Aunque en sus inicios compartió la estética modernista con Rubén Darío, su inquietud lo llevó a forjar un «arte de ruptura», libre en el sentido más profundo, abriendo un camino que solo más tarde sería seguido por otros. Valle-Inclán fue más allá de lo que permitían las convenciones estéticas de su tiempo y nunca se doblegó a los prejuicios del público o de los empresarios. Por ello, se le considera un «vanguardista» que se anticipó considerablemente a las nuevas tendencias del teatro occidental posteriores a la Segunda Guerra Mundial. En su lenguaje, se encuentran gitanismos, voces callejeras que reflejan la pobreza, la reducción de palabras y numerosos madrileñismos. Un rasgo definitorio del arte de Valle-Inclán es su culto a la literalización.
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