05 Ago
9.1. Alfonso XIII y la crisis del sistema político de la Restauración: los partidos dinásticos. Las fuerzas políticas de oposición:
Republicanos, nacionalistas, socialistas y anarcosindicalistas.
A partir del 17 de Mayo de 1902, Alfonso XIII es proclamado rey de España al alcanzar la mayoría de edad. Su reinado puso de manifiesto que el régimen de la Restauración del Siglo XIX fue incapaz de adaptarse al Siglo XX. Este inicio del proceso está caracterizado por un impulso reformador y regeneracionista. Los dos políticos más importantes son Maura y Canalejas, que fueron incapaces de superar los retos que debían afrontar en ese periodo. Por lo tanto, va a ser una etapa muy marcada por el protagonismo político de Alfonso XIII, exponiendo en su desarrollo las atribuciones, que como rey le cónferían la Constitución de 1876, lo que en un futuro depararía en la caída de esa institución monárquica desde la primera mitad del Siglo XX.
Al inicio del reinado, tienen que adaptarse al sistema sabiendo que hay un gran descontento por parte de los intelectuales y la clase media hacia el régimen implantado por Cánovas y Sagasta. Por lo tanto, revisan las críticas pautadas en del Regeneracionismo, donde aparecen como elemento significativo la necesidad de modernizar el país, no solo desde el punto de vista político, si no también desde el punto de vista social y económico. En este último, las ideas que se siguen son fundamentalmente las de Joaquín Costa que hablaba de un régimen con falta de democracia. Incluidos en ese regeneracionismo, es donde aparecen dos políticos, el conservador Maura y el liberal Canalejas, que van a intentar hacer las reformas desde dentro del gobierno.
Apoyados por la Generación del 98, una serie de intelectuales que con cierto espíritu pesimista, iban a exponer la necesidad de cambio social. En ese intento de regenerar la sociedad y la política, vamos a encontrar a una monarquía que no es capaz de dar las bases suficientes para que se acabe con esa alternancia democrática y cómo dentro del espacio político, van a aparecer en las ciudades otras formas de organización republicana o nacionalista.
Tras la muerte de Silvela en 1905, Maura personificó la renovación del partido conservador proponiendo un periodo de gobierno en el cual manifiesta la necesidad de poner en marcha el Regeneracionismo, a lo que se va a llamar la “revolución desde arriba”, reformando lo estrictamente necesario y manteniendo las bases fundamentales del sistema, es decir, sin apartar la Constitución de 1876. Esta revolución buscaba evitar la revolución popular “desde abajo” mediante medidas de diverso carácter: conservadurismo católico, conexión de la monarquía con la realidad social (defendía el fin del caciquismo y la representación de los candidatos a través de corporaciones), política exterior nacionalista y expansionista (dará lugar a la guerra en Marruecos), tímida y lenta legislación laboral ante la presión de los grupos obreros (Ley de Descanso Dominical) y en 1907 establecieron la Ley de Reforma Electoral, que tenía intención de eliminar el fraude electoral y garantizar la limpieza de las elecciones. La crisis del proyecto regeneracionista de Maura llegó con la Semana Trágica de Barcelona en Julio de 1909. La política exterior tras el Desastre del 98 se había centrado en Marruecos (zona del Rif), un territorio habitado por tribus bereberes que se rebelaron contra los intentos de ocupación por parte de España. El gobierno necesitaba enviar más tropas por lo que movilizó a los reservistas catalanes, lo que provocó un movimiento de oposición que termina de estallar cuando se descubre que los más ricos están evitando ir gracias a pagar ciertas cantidades de dinero. La huelga inicial derivó en una insurrección en Cataluña con protestas anticlericales. Ante estos hechos, el gobierno llevó a cabo una dura represión que incluyó la condena a muerte del pedagogo anarquista Ferrer i Guardia, acusado sin pruebas de ser uno de los cabecillas de la rebelión. Como consecuencia de la Semana Trágica hubo la dimisión de Maura en Octubre de 1909, puesto que se le responsabilizó de dicha semana.
El cese de Maura elevó a Canalejas a la Presidencia entre 1910 y 1912. Su programa regeneracionista buscó profundizar el proyecto reformista de su antecesor, integrando al catalanismo y al movimiento obrero en el sistema y reduciendo la influencia de la Iglesia para evitar la violencia anticlerical. Sus principales medidas fueron: suprimir los impuestos de consumo, reformar el sistema de quintas (impidiendo que nadie pueda pagar para ir al frente de guerra), aboga por la separación de la Iglesia- Estado (Ley del Candado en 1910) y aprobó la Ley de Mancomunidades. Sin embargo, todas esas cuestiones se quedan en el intento cuando es asesinado por un anarquista en Noviembre de 1912.
Como consecuencia de la incapacidad de los diferentes Gobiernos para integrar a nacionalistas, republicanos y obreristas en el sistema político de la Restauración, el proceso de descomposición del régimen (crisis de 1909 y 1917) se aceleró.
Por un lado, el republicanismo, la principal fuerza de oposición, estaba basado en el laicismo, la ampliación de los derechos, la reforma social, y la fe en el progreso a través de la educación. Tuvo gran influencia en sectores de clase media y trabajadores cualificados desde finales del siglo. Su peso político fue pequeño por la tradicional división entre centralistas y federalistas. El primer gran partido fue el Partido Republicano Radical, fundado en 1907 en Barcelona por Alejandro Lerroux, con una formación populista, anticlerical y anticatalanista. Sin embargo, la fuerza disminuyó en 1909, acusado de ser el promotor de la quema de iglesias durante la Semana Trágica. También encontramos el Partido Reformista que era mucho más moderado.
En cuanto a los nacionalismos periféricos, estos adquirieron un mayor protagonismo político y apoyo social tras el Desastre del 98, que reflejó la debilidad del nacionalismo español.
En 1901, los grupos catalanistas se unieron en la Lliga Regionalista, partido liberal conservador presidido por Prat de la Riba y Cambó, que buscaba la autonomía. De hecho, en 1906, estos grupos catalanistas se enfrentaron con la Ley de Jurisdicciones (1906) que quería que todos los elementos de revueltas populares fuesen juzgados por militares, y ellos se opónían a ese proceso porque ponían en duda la autonomía desde el punto de vista del Gobierno. No obstante, a partir de la huelga de 1917, el catalanismo se va a separar, y la Lliga quedará como el partido de derecha catalanista, y en 1931 se fundó Esquerra Republicana de Catalunya, partido independentista y de izquierdas liderado por Macià y Companys.
Al igual que el nacionalismo catalán, el nacionalismo vasco se intentó desarrollar en esos años como oposición. En este caso, Sabino Arana, después de crear el Partido Nacionalista Vasco (PNV) en 1896, buscó la independencia de Euskadi creando un estado vasco. Pero todo ese proceso no tuvo mucho arraigo, es por eso que el nacionalismo vasco se fijaba
en lo que se estaba consiguiendo en Cataluña y poco a poco van moderando sus actitudes. Tras la muerte en 1903 de Sabino Arana, el PNV evoluciónó del independentismo antiliberal hacia el autonomismo.
Parecido a esto nos encontramos con el nacionalismo gallego que buscaba la idea de crear el Partido Regionalista Gallego.
En cuanto al obrerismo español, estuvo fuertemente dividido entre socialistas y anarquistas, enfrentados por liderar el movimiento. Por un lado, los socialistas se agrupaban en torno al PSOE y la UGT. Su implantación fue pequeña, excepto en Madrid, Asturias y País Vasco. Tras la Semana Trágica, el PSOE promovíó la Conjunción republicano-socialista, con la
que lograría su primer diputado, Pablo Iglesias (líder). Por otro lado, el anarquismo incluye a los grupos de acción directa y al anarcosindicalismo. El primero triunfó y eran partidarios de la violencia terrorista contra las autoridades (asesinato de Canalejas), y el segundo propugnaba la huelga general como instrumento revolucionario, hasta que en 1910 se fundó la Confederación Nacional del Trabajo (CNT). El anarcosindicalismo fue duramente perseguido por su participación en la huelga general de 1909 y 1917, y en Cataluña (Barcelona) por el pistolerismo, como en Andalucía (Cádiz, Huelva y Sevilla) por el Trienio Bolchevique.
Finalmente, como conclusión diremos que asistimos a un periodo de fracasos intentos de regeneración y agotamiento del sistema de la restauración, sumado al aumento del poder progresivo de las fuerzas de oposición.
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