17 Ene

El Reinado de Fernando VII: Restauración Absolutista y Trienio Liberal

La Restauración Absolutista (1814-1820)

Tras la Guerra de la Independencia, Fernando VII regresó a España en un contexto de gran expectación. La firma del Tratado de Valençay, el 11 de diciembre de 1813, con Napoleón, le devolvía el trono español a cambio de la neutralidad de España en el conflicto europeo. Este tratado se firmó en la localidad francesa de Valençay, donde Fernando VII había estado residiendo, el 20 de noviembre de 1813.

Fernando VII era consciente de los cambios políticos que se habían producido en España durante su ausencia, especialmente la promulgación de la Constitución de 1812. El 22 de marzo de 1814, Fernando entró en España. El 12 de abril de 1814, un grupo de 69 diputados absolutistas de las Cortes de Cádiz le entregaron el «Manifiesto de los Persas», un documento en el que solicitaban la restauración de la monarquía absoluta y la derogación de la Constitución de 1812.

Fernando VII, aprovechando el apoyo de los absolutistas, promulgó un Real Decreto en Valencia el 4 de mayo de 1814. En él, disolvía las Cortes y abolía la Constitución de 1812. Los partidarios de la monarquía constitucional fueron considerados traidores, y se restablecieron las instituciones del Antiguo Régimen. A pesar de la contribución de España a la derrota de Napoleón, el país quedó marginado en el Congreso de Viena de 1815. La economía española estaba arruinada por la guerra y las colonias americanas ya no producían beneficios para la metrópoli. Se intentaron varios golpes de estado.

El Trienio Liberal (1820-1823)

Tras varios intentos fallidos de pronunciamientos, en 1820 triunfó el liderado por el teniente coronel Rafael del Riego. Riego marchó con su ejército por varias localidades andaluzas con la esperanza de iniciar un levantamiento antimonárquico. Sin embargo, la indiferencia popular provocó la dispersión de la columna. Finalmente, el 7 de marzo, una gran multitud rodeó el Palacio Real de Madrid. El 8 de marzo, Fernando VII juró la Constitución de 1812 y, el 9 de marzo, se creó una Junta Provisional de Gobierno. Fernando VII publicó un manifiesto en el que mostraba su apoyo a la Constitución, con la famosa frase: «Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional».

Se formó un gobierno liberal integrado por algunos de los redactores de la Constitución de 1812, que habían estado presos durante el reinado absolutista de Fernando VII. La política del Trienio se caracterizó por una relativa moderación. Sin embargo, los liberales en el poder aplicaron una política anticlerical: expulsión de los jesuitas, abolición del diezmo, supresión de la Inquisición, desamortización de los bienes de las órdenes religiosas, etc. Estas medidas buscaban debilitar a la Iglesia, una institución opuesta al desmantelamiento del Antiguo Régimen. El enfrentamiento con la Iglesia se convirtió en un elemento clave de la revolución liberal española.

Alentados por las conspiraciones del rey y la grave crisis económica, surgieron movimientos de protesta contra el gobierno liberal. Entre las acciones antiliberales más destacadas se encuentran la sublevación de la Guardia Real en Madrid en 1822, sofocada por las milicias urbanas, y la creación de la Regencia Suprema de España en Urgel, cerca de la frontera francesa, en el verano de 1822.

En 1823, un ejército francés, conocido como los «Cien Mil Hijos de San Luis», invadió España. Tras atravesar los Pirineos el 7 de abril, los Cien Mil Hijos de San Luis pusieron fin al Trienio Liberal. Esta intervención determinó el futuro de España y sentó las bases para la etapa más oscura del reinado de Fernando VII.

La Segunda Restauración Absolutista (1823-1833)

Una vez recuperado el poder absoluto, Fernando VII declaró nulos todos los actos del gobierno del Trienio Liberal e inició una feroz represión contra los liberales. Muchos líderes liberales fueron ejecutados, como Riego, que fue ahorcado, y otros tuvieron que exiliarse. La Iglesia se convirtió en el principal aliado de Fernando VII en esta labor de represión, justificando desde los púlpitos la sangrienta represión como un castigo merecido para los «ateos» y «anticlericales».

También se llevaron a cabo importantes reformas, especialmente en la Hacienda. Desde 1824 hasta 1827, se dedicaron esfuerzos a poner orden en la caótica administración de la Hacienda.

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