20 Jun

Orígenes de la Restauración Arquitectónica

En la transición del siglo XVI al siglo XXI se pueden situar los orígenes de la restauración como disciplina científica. Existen opiniones adversas a las restauraciones miméticas e integradoras que falsifican la antigüedad de los objetos, pero se defendió la restauración limitada a la conservación, enfrentándose a la restauración pasional ante la necesidad de conservar la obra de arte en su autenticidad, mantener su valor documental y dimensión histórica. El Instituto Centrales de Restauro creado en 1939 materializó las antiguas ideas de Edwards y Cavalcaselle. Si bien su creación se debió a la Carta de Atenas de 1931 ya la Carta italiana de restauro de 1932.

En Roma, la restauración arquitectónica se dio bajo el Pontificado de Pío VII, se recuperó el puesto de Inspector General de Bellas Artes y el Papa promulgó un edicto que fue el primer instrumento operativo completo en materia de antigüedades y bellas artes. Sirvió de modelo para las legislaciones europeas. Se dio la restauración arqueológica siguiendo los criterios de anastilosis y reintegración. Destaca la restauración del coliseo donde se levantaron potentes contrafuertes de ladrillo, fue una intervención de urgencia al igual que el anillo perimetral en el lado de los foros con arcadas de ladrillo para evitar el derrumbamiento de este monumento. Las partes integradas quedaron claramente diferenciadas de las originales.

En la restauración del Arco de Tito el monumento fue aislado de las murallas medievales, contemplándose las partes inexistentes con rigor científico, empleando un material distinto en lugar del mármol original, y sin reproducir la ornamentación. Así se aprecia la volumetría del monumento, pero las partes añadidas son perfectamente reconocibles. En el siglo XIX, el desarrollo de una conciencia historicista unida y del nacionalismo, tuvo una gran importancia la nueva sensibilidad por el patrimonio cultural, desde este planteamiento surgieron dos grandes teorías de la restauración arquitectónica:


Teorías de la Restauración Arquitectónica

Teoría Conservadora

El objeto es conservar el monumento para lograr su permanencia en el tiempo, con la intención de mostrar su valor documental. Se hace una especial atención a la huella de la historia sobre él: pátinas, añadidos posteriores, restauraciones previas… Los partidarios de esta teoría siguieron al inglés John Ruskin. Defienden que el valor más auténtico de un edificio está en su historicidad. Existe un respeto absoluto, casi religioso, por los edificios y es contrario a cualquier tipo de restauración, se prefiere la conservación preventiva, la consolidación de ruinas o incluso la preparación para la muerte digna de un monumento.

Teoría Intervencionista

Mayor importancia al valor artístico del monumento, reconstrucción del proyecto original como expresión genuina de una época determinada o del proceso creativo del artista. Los partidarios de esta teoría siguieron a Viollet-le-Duc. Busca la perfección formal del edificio incluso si se veía necesario adivinar las partes desaparecidas, o las que no llegaron nunca a ser terminadas y reconstruirlas buscando la «unidad de estilo». «Restaurar un edificio significa restablecerlo en un grado de integridad que pudo no haberla tenido jamás»


Italia y la Definición de una Nueva Escuela Moderna de Restauración Arquitectónica

La Restauración Moderna o Científica

La arquitectura es el documento histórico por excelencia. La restauración histórica promulgada por Lucca Beltrami trató de matizar los principios de Viollet. Reconoce que las fases constructivas de un monumento deben ser respetadas pues constituyen parte del monumento histórico y por lo tanto, admitía cualquier cambio que no hubiera dañado la estructura, el restaurador no podía reproducir nuevamente el monumento o completarlo, ya que el acto creador del artista es irrepetible. Defendió el valor documental de los monumentos, por cuya razón debían ser preferentemente consolidados antes que restaurados y evitar adiciones o reformas que pudieran ocultar datos históricos proporcionados por cada edificio. Por eso consideraba que una condición primordial era respetar todas las fases y elementos constructivos de cualquier época, porque relataban la propia historia del monumento.

Camilo Boito resumió su teoría en ocho puntos expuestos en la Carta de Restauro:

  1. Diferenciación de estilo entre lo nuevo y lo antiguo.
  2. Distinción o diferencia de materiales empleados.
  3. Supresión de decoraciones o molduras en las partes nuevas.
  4. Las partes eliminadas deben ser mostradas en exposición en proximidad al monumento.
  5. Grado de la fecha de actuación o un signo convencional que identifique las partes restauradas.
  6. Inscripción explicativa sobre el monumento restaurador y el sentido de la intervención realizada en el mismo.
  7. Descripciones y fotografías de las diversas etapas de los trabajos, situadas en el mismo edificio o en un lugar público próximo o bien publicación de dichos trabajos en una memoria que los documente.
  8. Notoriedad visual de las intervenciones realizadas.

Estos principios fueron posteriormente difundidos el 1930 por Gustavo Giovanni, su más directo heredero y profesor de la Escuela de Arquitectura de Roma, su contribución fue decisiva para la redacción de la «Carta de Atenas» y también fue promotor de la «Carta italiana de Restauro». Giovanni defendió el ambiente como parte integrante del monumento, extendió la tutela al entorno del monumento, a sus condiciones exteriores.


La Restauración de Monumentos en España

En España predominó la escuela restauradora violletiana, esto es la teoría Intervencionista, mientras que el peso de la teoría conservacionista o ruskiniana fue ínfimo. Esto provocó graves alteraciones en la fisionomía original de nuestro patrimonio arquitectónico, sobre todo en la época medieval. Se filtró a través de la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid, influenciada por la restauración en estilo que coincidió con las primeras generaciones de arquitectos formados en la escuela, con el desarrollo de los historicismos, entre ellos el neogótico. El valor formal y estético de los monumentos era más importante que su valor histórico. Uno de los mejores ejemplos de restauración en estilo fue la restauración de la Catedral de León, esto mismo se intentó hacer con la Catedral de Cuenca, aunque finalmente con la aparición de evidencia documental medieval se adoptaron criterios más modernos, es decir, más conservadores. La escuela restauradora fue predominante hasta la segunda república.

La Teoría Conservadora en España

No llegó a existir una práctica restauradora Ruskiana hasta bien entrado el siglo XX. La actitud de los arquitectos fue siempre más favorable a la creatividad personal. El mejor ejemplo de la escuela Ruskiana fue Leopold Torres Balbás, fue un seguidor de las doctrinas del restauro científico, se ocupó desde 1923 de la restauración de la Alhambra, siguiendo la obra de Ricardo Velázquez Bosco, de quien fue alumno. Su obra en la Alhambra respetaba las partes constructivas del edificio como signos de la acción del tiempo y parte de la memoria del monumento. Restauró también la Alcazaba de Málaga. Frente a la «unidad de estilo» se proponía la recuperación de la «unidad figurativa del monumento» y la reversibilidad de los métodos restauradores.


Criterios Actuales en la Restauración. La Restauración de Bienes Arqueológicos.

«La restauración y la intervención en los monumentos adquiere en nuestro tiempo, no la obligación por optar por unos nuevos criterios, sino la de aceptar todos aquellos que han sido fructíferos e históricamente relevantes, pues estos han de entenderse como acumulativos o alternativos, no como excluyentes. Para esto es preciso armarse de un sabio eclecticismo». La restauración crítica actual rompe con la idea de la escuela o modelo único. Impulsa la variedad de formas de intervención entendiendo que cada edificio tiene su teoría modelo o patrón específico.

Criterios básicos para la restauración de los bienes:

  1. Investigación interdisciplinar.
  2. Los procedimientos y exámenes científicos pueden aplicarse de forma aislada o combinados, dependiendo de los problemas y necesidades que se planteen. Los métodos de examen científico pueden clasificarse en globales o de superficie y puntuales.
    • Globales o de superficie: Estudian directamente las obras y se emplean medios de naturaleza física.
    • Puntuales: Se toman muestras, se hace un examen microscópico, se hacen análisis químicos y métodos instrumentales de análisis y los materiales (estas son las técnicas precisas, aunque comportan elevado coste y la necesidad de técnicos muy especializados).
  3. Establecieron criterios y metodología de trabajo a seguir en la intervención. Los criterios de intervención están directamente recogidos en las cartas y documentos internacionales que establecen la necesidad de la intervención mínima precisa, la obligación de facilitar la legitimidad de los objetos, sin sacrificar la pátina, y el reconocimiento de las reintegraciones, si fuesen necesarias, garantizando su reversibilidad y la compatibilidad de los materiales empleados.
  4. Informe que recoja toda la información generada en la intervención.
  5. La obra será reintegrada en su ubicación original siempre que esta reúna las condiciones adecuadas.


Turismo Cultural: Definición

Podemos decir que el turismo cultural se define como una modalidad específica de la actividad turística general centrada en actividades relacionadas con el patrimonio cultural de modo que este se convierte, por mediación de la industria turística en un recurso económico. Contamos con muchas definiciones de turismo cultural. La UNESCO proporcionó una en 1976 en la primera carta internacional sobre turismo cultural: Carta del Turismo Cultural, artículo 13:

El turismo patrimonial tiene un impacto positivo y es por esto que durante la convención del Patrimonio Mundial de 1972 se instaba a los «Estados a través de estructuras administrativas, las organizaciones de operadores de turismo, y a las asociaciones de usuarios a adoptar todas las medidas apropiadas de sensibilización destinadas a facilitar información y la formación de personas que se desplazan, con fines turísticos, en el interior o hacia el exterior de sus países de origen». Pasadas más de dos décadas de la emisión de la Carta Internacional sobre el Turismo Cultural el ICOMOS emitió en 1999 la Carta Internacional sobre el Turismo Cultural una nueva revisión con ampliación de la anterior. Uno de los objetivos de esta carta era que la difusión del patrimonio fuera lo más eficaz posible (interacción dinámica entre Turismo y el Patrimonio Cultural) y para ello debía implicar a:

  1. Comunidades anfitrionas y visitantes.
  2. Profesionales institucionales y organizaciones, es decir, quienes se ocupan de la gestión del patrimonio.
  3. Agentes de la industria del turismo.

Estos principios se basan sobre un concepto de patrimonio «extensivo» (incluye patrimonio natural y cultural, patrimonio inmaterial…)

La OMT definió en 1995 el turismo cultural desde 2017 «El turismo cultural es un tipo de actividad turística en la que la motivación esencial del visitante es aprender, descubrir, experimentar y consumir las atracciones/productos culturales tangibles e intangibles en un destino turístico. Estas atracciones/productos se relacionan con un conjunto de características distintivas materiales, intelectuales, espirituales y emocionales de una sociedad que abarca las artes y la arquitectura, el patrimonio histórico y cultural, el patrimonio culinario, la literatura, la música las industrias creativas y las culturas vivas con sus estilos de vida, sistemas de valores, creencias y tradiciones.»


Existe un eterno reto entre conservación y desarrollo, promocionar destinos menos conocidos que quedan fuera de los grandes circuitos turísticos como forma de evitar la saturación de las principales atracciones turísticas. El turismo patrimonial es el interés por conocer y disfrutar de los bienes patrimoniales puede ser un producto turístico en sí mismo, puede estar asociado a otro producto turístico o incluso ser un valor añadido para destinos turísticos que no lo tengan como objetivo fundamental.

Para que se dé un verdadero turismo cultural es necesario que la explotación turística y la conservación del patrimonio sean compatibles además de tener que ser accesibles y existir guías, debe existir educación cultural fomentando la educación y la difusión del patrimonio. La financiación que se obtenga de la explotación de estos bienes debe reinvertirse en su conservación y debe haber apoyo de las instituciones públicas.

La difusión del patrimonio cultural de cara al turismo está restringida por una serie de límites:

  • Hibridación entre pasado y presente. Entre los materiales provenientes de la tradición cultural y los usos diversos de la sociedad moderna.
  • Peligro de banalización: que el público visitante se contente con los elementos superficiales, sin profundizar en el significado del pasado.
  • Visión acrítica del pasado, generado por la hibridación y la banalización.
  • Protección de las personas y los animales. El verdadero patrimonio somos las personas, por lo que el respeto a las mismas debe primar. Así, un límite sería por ejemplo la expulsión de las personas de sus entornos o sus hábitats o cuando se degrade ese entorno.
  • Sobreexpresión o sobre turismo.


Rutas Turístico-Culturales e Itinerarios Culturales como Productos Turísticos

Los itinerarios culturales son productos culturales territoriales originados por procesos históricos de intercambios que en la actualidad pueden ser usados como productos turísticos de calidad. En cambio, las rutas turístico-culturales son productos turísticos que están basadas en la existencia de contenidos culturales vinculados con un espacio o territorio determinado y nacidas con el fin de la explotación turística.

El ICOMOS en su «carta de los itinerarios culturales» (2008) define estos como «Toda vía de comunicación terrestre, acuática o de otro tipo, físicamente determinada y caracterizada por poseer su propia y específica dinámica y funcionalidad histórica al servicio de un fin concreto y determinado, que reúna las siguientes condiciones: ser resultado de movimientos interactivos de personas, así como de bienes, ideas, conocimientos y valores entre pueblos, países, regiones o continentes, a lo largo de considerables períodos de tiempo; haber generado una fecundación múltiple y recíproca e integrar en un sistema dinámico de relaciones históricas y los bienes culturales asociados a su existencia» (ICOMOS 2008).

Respecto a las rutas turístico-culturales el mismo ICOMOS daba la siguiente definición: «invenciones turísticas de conveniencia, promovidas por agentes públicos o privados, que unen redes de recursos patrimoniales más o menos iguales para la oferta de un producto comercial». La ruta turística está integrada por una serie de puntos o hitos organizados dentro de un determinado espacio geográfico que generan un cierto interés para el turismo. Debe ofrecer una serie de elementos distintivos para ser reconocida como tal. Esto hará que mejore el desarrollo turístico en una determinada área y se generarán una serie de beneficios debido a la actividad complementaria que se estará realizando. Por ello todos los itinerarios culturales pueden ser transformados en productos turísticos, pero no todas las rutas turístico-culturales son itinerarios culturales.

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