10 Abr

Introducción

«El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana para esperar el buque en el que llegaba el obispo». Con esa frase tan concisa y directa, Gabriel García Márquez atrapó a millones de lectores con su novela Crónica de una muerte anunciada.

Publicada en 1981, la novela está inspirada en un suceso real ocurrido en 1951 en el municipio de Sucre, Colombia. Lo que no sabía García Márquez es que, al tomar este hecho real para crear una novela como crónica periodística, estaría escribiendo una de las historias más atrapantes de la literatura, destinada a convertirse en un clásico.

La historia comienza la mañana del asesinato de Santiago Nasar. El narrador, un amigo cercano de Santiago, nos cuenta los hechos 27 años después del suceso, entrevistando a diferentes personajes del pueblo y tratando de entender por qué el crimen fue anunciado pero no se evitó.

Capítulo 1

Aquel día, Santiago se levantó sobre las cinco y media de la mañana para esperar el buque que traía de paso al obispo. Había dormido poco y mal como consecuencia de la parranda de boda del día anterior. Se levantó con dolor de cabeza, por lo que fue al baño por una aspirina. Su madre se despertó y lo vio aparecer en la puerta de su habitación. Estuvieron hablando un rato y luego se marchó. Fue la última vez que lo vio.

Santiago Nasar tenía 21 años y era el hijo único de un matrimonio de conveniencia. Su padre, Ibrahim Nasar, había muerto tres años atrás y él había heredado el Divino Rostro, la hacienda de ganado que administraba.

Santiago fue a la cocina donde estaba Victoria Guzmán, la cocinera, y su hija Divina Flor. Victoria Guzmán había sido amante de Ibrahim Nasar cuando era joven, y él la llevó a servir en su casa cuando se le acabó el afecto. Divina Flor era hija de un marido posterior.

Santiago se sentó en la mesa y Divina Flor le sirvió un tazón de café. Santiago la cogió del brazo y le dijo: “Ya estás en tiempo de desbravar”. Victoria Guzmán le mostró el cuchillo y le dijo: “Suéltala, blanco. De esa agua no beberás mientras yo esté viva”.

Divina Flor sentía mucha ansiedad por la actitud de Santiago hacia ella, y su madre tenía mucho rencor por su padre. Ambas sabían que lo iban a matar, pero no le dijeron nada. Se lo había dicho una mujer que pasó después de las cinco a pedir un poco de leche por caridad, y les reveló además los motivos y el lugar donde lo estaban esperando.

Años más tarde, cuando su madre falleció, Divina Flor reconoció que ésta no le dijo nada a Santiago Nasar porque en el fondo de su alma quería que lo mataran. En cambio, ella no lo previno porque entonces no era más que una niña asustada. Divina Flor acompañó a Santiago hasta la puerta y éste aprovechó para manosearla. Cuando salió de la casa, lo único que pudo hacer la joven por él fue dejar la puerta sin tranca, para que pudiera entrar otra vez en caso de urgencia.

Debajo de la puerta había una carta en la cual avisaban a Santiago Nasar que lo estaban esperando para matarlo, pero nadie la vio hasta mucho después de que el crimen fuera consumado.

Cuando Santiago salió de su casa, varias personas corrían hacia el puerto, ya que el buque del obispo estaba llegando. El único lugar abierto en la plaza era una tienda de leche a un costado de la iglesia, donde estaban los dos hombres que esperaban a Santiago Nasar para matarlo. Eran los gemelos Pedro y Pablo Vicario.

“Por el amor de Dios, déjenlo para después, aunque sea por respeto al señor obispo”, murmuró Clotilde Armenta, la dueña del negocio. Al oírla, los gemelos Vicario reflexionaron, y el que se había levantado volvió a sentarse.

El barco del obispo pasó de largo, ante la decepción de la muchedumbre que lo esperaba en el puerto. Allí se encontraba Santiago Nasar con sus amigos Cristo Bedoya y Margot, la hermana del narrador. Estaba de buen humor, según ella, y habían quedado en ir a desayunar a casa de ésta, pero Santiago le dijo que antes tenía que ir a su casa a ponerse la ropa de montar, pues tenía que estar temprano en El Divino Rostro para castrar terneros.

Muchos de los que estaban en el puerto sabían que a Santiago Nasar lo iban a matar. Don Lázaro Aponte, el alcalde del pueblo, lo saludó creyendo que no corría ningún peligro. El padre Carmen Amador tampoco se preocupó. Nadie se preguntó siquiera si Santiago Nasar estaba prevenido, porque a todos les pareció imposible que no lo estuviera. Pero no lo estaba, y sus amigos tampoco.

Fue de camino a su casa cuando Margot recibió la noticia: “Ángela Vicario, la hermosa muchacha que se había casado el día anterior, había sido devuelta a la casa de sus padres, porque el esposo encontró que no era virgen”.

Margot no entendía qué hacía Santiago Nasar en medio de este embrollo. Lo único que sabía con seguridad es que lo estaban esperando para matarlo. Corrió hasta su casa a contárselo a su madre, que era madrina de Santiago y también pariente de los Vicario. Ésta se fue corriendo a prevenir a su comadre Plácida, la mamá de Santiago, pero por el camino, alguien le dijo: “No se moleste, Luisa Santiaga. Ya lo mataron”.

Capítulo 2

Bayardo San Román, el hombre que devolvió a la esposa, había llegado al pueblo seis meses antes de la boda. Nadie supo nunca a qué vino, aunque él decía que iba de pueblo en pueblo buscando a alguien con quien casarse. Era un hombre rico, de unos 30 años.

Conoció a Ángela Vicario en la verbena de las fiestas patrias de octubre, aunque ya le había echado el ojo unas semanas antes. Se acercó al mostrador donde estaba ella y le preguntó cuánto costaba el gramófono que había allí. Ella le contestó que no estaba en venta, sino para rifar, y él compró todos los boletos de la rifa para impresionarla.

Esa noche, cuando Ángela volvió a casa, encontró allí el gramófono envuelto en papel de regalo. Sus hermanos mayores, Pedro y Pablo, fueron a devolverle el regalo a Bayardo San Román, pero volvieron a la mañana siguiente borrachos, con el gramófono y con Bayardo San Román para seguir la parranda en la casa.

La familia Vicario tenía una precaria situación económica, así que no dudaron en arreglar el matrimonio entre ambos. Pero antes, Pura Vicario, la madre de Ángela, quería saber quién era en realidad Bayardo San Román, así que el muchacho trajo al pueblo a su familia. Resulta que su padre era Petronio San Román, héroe de las guerras civiles. Cuando llegó, todo el mundo lo conocía y se dieron cuenta de que su hijo se casaría con quien quisiera. Era Ángela Vicario la que no quería casarse con él porque no estaba enamorada, pero su madre zanjó el tema con una frase: “También el amor se aprende”.

Una noche Bayardo San Román le preguntó a Ángela Vicario cuál era la casa que más le gustaba, y ella le contestó que la más bonita del pueblo era la quinta del viudo de Xius. Bayardo San Román fue esa misma noche al Club Social y le hizo una oferta al viudo que no pudo rechazar. Dos años más tarde el pobre hombre murió de pena.

Se acercaba el día de la boda y Ángela Vicario estaba aterrada porque sabía que no era virgen. Estuvo a punto de contárselo a su madre, pero sus dos amigas y confidentes, que la ayudaban a hacer flores de trapo, la disuadieron de su buena intención. La convencieron de que había formas de engañar a su marido para que pudiera exhibir, en su primera mañana de casado, la sábana con la mancha del honor.

La boda se celebró por todo lo alto. La familia San Román trajo invitados ilustres y muchos regalos. En la iglesia, Santiago Nasar hacía cálculos de los costos de la boda con sus amigos Cristo Bedoya y Luis Enrique, el hermano del narrador, y ninguno de ellos observó ningún cambio en su forma de ser. La fiesta en casa de los Vicario terminó a las seis de la tarde cuando se fueron los invitados de honor. Más tarde se fueron los novios a su nueva casa para pasar la noche de bodas. La parranda continuó y, sobre la medianoche, Santiago Nasar y sus amigos se fueron a la casa de misericordias de María Alejandrina Cervantes, el burdel del pueblo. Por allí pasaron entre muchos otros los hermanos Vicario, y estuvieron bebiendo con ellos y cantando con Santiago Nasar cinco horas antes de matarlo.

Mientras tanto, Pura Vicario estaba durmiendo en su casa cuando llamaron a la puerta. Cuando abrió vio a Bayardo San Román y a su hija. Este empujó con suavidad a su esposa hacia el interior de la casa, sin decir una palabra. Después besó a Pura Vicario en la mejilla y le dijo: “Gracias por todo, madre. Usted es una santa”.

Cuando entraron a la casa, Pura empezó a golpear a su hija. La sostenía por el pelo con una mano y la golpeaba con la otra con tanta rabia que Ángela Vicario pensaba que la iba a matar, según sus propias palabras.

Los gemelos volvieron a casa un poco antes de las tres, llamados de urgencia por su madre. Encontraron a Ángela Vicario con la cara magullada y empezaron a preguntarle quién había sido. “Anda, niña: dinos quién fue”, le decían. A lo que ella contestó: “Santiago Nasar”.

Capítulo 3

Los hermanos Vicario fueron condenados a tres años de cárcel. En el juicio, el abogado sustentó la tesis del homicidio en legítima defensa del honor, que fue admitida por el tribunal. Fueron ellos quienes vislumbraron el recurso de la defensa desde que se rindieron ante su iglesia pocos minutos después del crimen.

“Lo matamos a conciencia, pero somos inocentes. Fue un asunto de honor”, le dijeron al cura.

Nunca se arrepintieron de haberlo matado, pero la realidad era que la mañana del crimen fueron diciéndoselo a todo el mundo para que alguien les impidiera hacerlo, y no lo consiguieron. Nunca hubo un crimen más anunciado. Además, fueron a esperarlo a la casa de Clotilde Armenta, por donde sabían que iba a pasar medio mundo menos Santiago Nasar, ya que éste siempre salía por la puerta trasera de su casa. Pero la fatalidad del destino quiso que ese día saliera por la puerta principal.

Después de que la hermana les revelara el nombre, los hermanos Vicario fueron a la pocilga de su casa a coger unos cuchillos, los envolvieron en un trapo y se fueron a afilarlos al mercado de carnes. Allí dieron el primer aviso, pero nadie les hizo caso, excepto Faustino Santos, un carnicero que se lo comunicó a un agente de policía que pasó poco después. El agente fue a la tienda de Clotilde Armenta, donde los hermanos Vicario le contaron sus intenciones, y éste fue a avisar al alcalde. Cuando llegó el alcalde les requisó los cuchillos y dio el asunto por zanjado.

Los hermanos Vicario les habían contado sus propósitos a más de doce personas que fueron a comprar leche, y éstas los habían divulgado por todas partes antes de las seis. A Clotilde Armenta le parecía imposible que Santiago Nasar no lo supiera, pero aun así le pidió a todo el que pudo que se lo dijeran si lo veían. Mandó a decírselo al padre Amador y también a Victoria Guzmán, la cocinera de la casa de Santiago Nasar.

Por lo visto, el padre Amador estaba muy liado con la llegada del obispo y se le olvidó. Y la cocinera ya sabemos lo que hizo: no decirle nada porque quería que lo mataran.

Los hermanos Vicario volvieron a la pocilga a por otros cuchillos y a la vuelta pasaron por la casa de Prudencia Cotes, la novia de Pablo Vicario. Tanto ella como su madre estaban de acuerdo con lo que iban a hacer. Tomaron café allí, envolvieron los cuchillos en papel de periódico y se fueron a la lechería a esperar a Santiago Nasar.

Santiago llegó a casa sobre las 4:20 porque quería dormir un poco antes de la llegada del obispo, pero entró por la puerta de atrás y no encendió la luz de su cuarto, por lo que no lo vieron llegar. Había estado cantando unas serenatas con sus amigos en la casa de los novios, sin saber que allí solo se encontraba el novio borracho.

De camino a casa, su amigo Luis Enrique pasó por la lechería a comprar cigarrillos. Allí, los hermanos Vicario le contaron que iban a matar a Santiago Nasar, pero éste iba tan sumamente borracho que, cuando le preguntaron dónde estaba, les respondió que Santiago Nasar estaba muerto. Después impartió una bendición episcopal, tropezó en el pretil de la puerta y salió dando tumbos. Consiguió llegar a su casa, se acostó y más tarde su hermana lo despertó gritando:

“¡Mataron a Santiago Nasar!”

Capítulo 4

El padre Amador se vio obligado a hacer la autopsia por ausencia del doctor Dionisio Iguarán. Su informe concluyó que la causa de la muerte fue una hemorragia masiva ocasionada por cualquiera de las siete heridas mayores. El cura entregó el cuerpo en tan mal estado que tuvieron que enterrarlo deprisa al amanecer porque ya no era soportable dentro de la casa, donde hicieron el velatorio.

Los hermanos Vicario fueron encerrados en el calabozo y, más tarde, trasladados a la prisión de Riohacha por miedo a las represalias de los árabes.

La familia Vicario al completo tuvo que irse del pueblo mientras enterraban a Santiago Nasar. Y Poncio Vicario, el padre, murió poco después, hundido por la pena moral.

El alcalde se acordó entonces de Bayardo San Román. Fue a su casa con una patrulla y lo encontraron inconsciente tirado en la cama. El doctor lo atendió y, cuando se recuperó, avisaron a su familia, que vino a recogerlo. La casa quedó abandonada y durante muchos años no se supo nada de él, ni siquiera su familia sabía dónde estaba.

Cuando los gemelos fueron absueltos se quedaron en Riohacha, a solo un día de viaje de Manaure, donde vivía la familia. Allá fue Prudencia Cotes a casarse con Pablo Vicario, que aprendió el oficio del oro en el taller de su padre. Pedro Vicario, sin amor ni empleo, se reintegró tres años después a las Fuerzas Armadas. Un día, su patrulla se internó en territorio de guerrillas y nunca más se supo de ellos.

Ángela Vicario, por su parte, se fue a Manaure con sus padres. Allí se dedicó a bordar a máquina y a escribirle cartas todas las semanas a Bayardo San Román. Se enamoró de él en el momento que la dejó en su casa aquella noche, y nunca más pudo olvidarlo. Al contrario que su madre, que no quería hablar del pasado, ella no dudaba en contar su historia a todo el que quisiera escucharla, salvo el detalle que nunca quiso aclarar: quién fue el verdadero causante de su perjuicio, porque nadie creyó que en realidad hubiera sido Santiago Nasar.

Aquellas cartas nunca tuvieron respuesta. Hasta que un día, Bayardo San Román apareció en su casa, 17 años después, con una maleta de ropa para quedarse y las casi dos mil cartas que ella le había escrito.

Capítulo 5

Durante años no se habló de otra cosa en el pueblo. La mayoría de quienes pudieron hacer algo por impedir el crimen y no lo hicieron, se consolaron con el pretexto de que los asuntos de honor son sagrados.

Flora Miguel, la novia de Santiago Nasar, se fugó por despecho con un teniente de fronteras que la prostituyó entre los caucheros de Vichada.

El juez instructor apareció doce días después del crimen y se encontró un pueblo roto. Nunca encontró un solo indicio de que Santiago Nasar hubiera sido en realidad el causante del agravio. Las amigas de Ángela Vicario, que habían sido sus cómplices en el engaño, dijeron que no les había revelado ningún nombre. Sin embargo, Ángela Vicario siguió manteniendo en el juicio que fue Santiago Nasar. “Fue mi autor”, dijo.

Para el juez, al igual que para los amigos de Santiago Nasar, su comportamiento en las últimas horas fue una prueba de su inocencia. La mañana de su muerte, Santiago Nasar estaba tranquilo. Paseaba por la plaza con su amigo Cristo Bedoya. Varias personas intentaron prevenirlo pero lo vieron tan despreocupado que no le dijeron nada. Solo Yamil Shaium, amigo de su padre, avisó a Cristo cuando éste ya se había separado de Santiago.

Cristo Bedoya corrió a casa de Santiago Nasar, pero no estaba allí. Cogió la pistola de su mesita de noche para llevársela y no tuvo el valor de decirle nada a su madre. Siguió su búsqueda y regresó a la lechería, donde los gemelos le dijeron que estaban esperando a Santiago para matarlo. Él les dijo que iba armado para disuadirlos y Clotilde Armenta le dijo que se diera prisa en encontrarlo.

La gente que regresaba del puerto empezó a tomar posiciones en la plaza para presenciar el crimen. Cristo Bedoya les preguntó a varios conocidos por Santiago Nasar, pero nadie lo había visto. En la puerta del Club Social se encontró con el alcalde y le dijo que los gemelos tenían nuevos cuchillos y lo querían matar. El alcalde prometió ocuparse del tema pero entró un momento al club a confirmar una partida de dominó.

Cristo pensó entonces que tal vez Santiago había ido directamente a casa de Margot a desayunar, por lo que se fue para allá. De camino, una señora suplicó a Cristo que hiciera algo por su padre que estaba agonizando en su casa, ya que éste era médico. Tardó cuatro minutos en atenderlo y se demoró tres más en ayudar a la señora a trasladarlo a la habitación. Cuando salió, se encontró a Luisa Santiaga, la madre de Margot, que le dijo con lágrimas en los ojos que ya lo habían matado.

Pero no era así. Santiago se había metido en casa de su novia, Flora Miguel, que ya sabía todo y estaba muy enfadada con él. Entonces el padre de su novia, Nahir Miguel, le dijo la verdad: que lo buscaban para matarlo, y que tenía dos opciones: “O te escondes aquí, que es tu casa, o sales con mi rifle”. Santiago le dijo que no entendía nada, y se fue.

Cuando salió a la plaza todo el mundo le estaba gritando. Los hermanos Vicario lo vieron y se levantaron. Clotilde Armenta agarró a Pedro Vicario por la camisa y le gritó a Santiago Nasar que corriera porque lo iban a matar. Pedro la tiró de un empujón y Santiago, que vio la escena, salió corriendo hacia su casa, pero su madre cerró la puerta principal creyendo que su hijo ya estaba dentro, pues eso le había dicho Divina Flor.

Santiago llegó a golpear varias veces con los puños la puerta pero los gemelos ya habían llegado. Él se giró y se los encontró allí mismo, empezaron a acuchillarlo y no pararon hasta verlo caer en el suelo. Después de buscarlo por los dormitorios oyendo sin saber de dónde venían los gritos, Plácida se asomó a la ventana de la plaza y vio a los gemelos corriendo hacia la iglesia y detrás a Yamil con una escopeta de caza. Creyendo que ya había pasado el peligro salió al balcón del dormitorio y vio a Santiago frente a la puerta boca abajo, tratando de levantarse. Se incorporó de medio lado y echó a andar en un estado de alucinación, sosteniendo con las manos las vísceras colgantes. Caminó más de cien metros para darle la vuelta a la casa y entrar por la puerta de la cocina. Atravesó el jardín de los vecinos encontrándose con Wenefrida Márquez. Le preguntó qué le pasaba y él le respondió que lo habían matado. Después entró en su casa por la puerta trasera y se derrumbó de bruces en la cocina.

Personajes

Personajes Principales

  • Santiago Nasar: Protagonista. Joven de 21 años que es asesinado por los hermanos Vicario.
  • Ángela Vicario: Hermana de los Vicario. Acusa a Santiago de haberla deshonrado, desencadenando el crimen.
  • Bayardo San Román: Rico y misterioso hombre que se casa con Ángela y la devuelve la noche de bodas al descubrir que no es virgen.
  • Pedro Vicario: Uno de los gemelos Vicario. Es quien toma la iniciativa para matar a Santiago. Se une al ejército después de la cárcel.
  • Pablo Vicario: El otro gemelo Vicario. Es quien insiste en que deben seguir con la venganza.
  • El narrador: Amigo de Santiago que reconstruye los hechos 27 años después.
  • Plácida Linero: Madre de Santiago. No se entera de la amenaza y cierra la puerta principal, dejando a su hijo sin escape.
  • Pura Vicario: Madre de los Vicario. Golpea a Ángela cuando se entera de su deshonra.
  • Cristo Bedoya: Amigo de Santiago. Intenta advertirle, pero no llega a tiempo.
  • Clotilde Armenta: Dueña de la tienda de leche donde esperan los Vicario. Trata de evitar el asesinato, pero no lo logra.

Otros Personajes

  • Victoria Guzmán: Cocinera en la casa de Santiago. Ex amante del padre de Santiago. Sabe del plan pero no avisa.
  • Divina Flor: Hija de Victoria Guzmán. Sabe del asesinato, pero no lo previene por miedo y resentimiento.
  • Margot: Hermana del narrador. Se preocupa por Santiago cuando se entera de la amenaza.
  • Luisa Santiaga: Madre del narrador y madrina de Santiago. Intenta avisar a Plácida Linero, pero ya es tarde.
  • Don Lázaro Aponte: Alcalde del pueblo. Quita los cuchillos a los Vicario, pero cree que el peligro ha pasado y no evita el crimen.
  • Padre Carmen Amador: Cura del pueblo. Es informado del plan, pero no hace nada para evitar el asesinato y realiza la autopsia.
  • Faustino Santos: Carnicero que se entera del plan de los Vicario y avisa a un policía.
  • Prudencia Cotes: Novia de Pablo Vicario. Apoya el asesinato por cuestión de honor y se casa con él después.
  • Luis Enrique: Hermano del narrador. Pasa la noche de parranda con Santiago antes del asesinato.
  • Doctor Dionisio Iguarán: Médico del pueblo, ausente cuando se necesita su ayuda para la autopsia.
  • María Alejandrina Cervantes: Dueña del burdel. Mujer con la que Santiago y sus amigos pasaron muchas noches.
  • Viudo Xius: Dueño de la casa más hermosa del pueblo. Bayardo San Román se la compra, y él muere de tristeza poco después.
  • General Petronio San Román: Padre de Bayardo. Exhéroe de guerra, con una gran reputación.
  • Poncio Vicario: Padre de los Vicario. Ciego y sin autoridad en la familia. Muere de pena moral tras el crimen.
  • Yamil Shaium: Árabe del pueblo, amigo del padre de Santiago. Intenta avisar a Cristo Bedoya y persigue a los Vicario tras el crimen.
  • Flora Miguel: Prometida de Santiago. Se enoja y lo rechaza al enterarse de la acusación.
  • Nahir Miguel: Padre de Flora Miguel. Intenta advertir a Santiago y le ofrece refugio o un arma.
  • Wenefrida Márquez: Tía del narrador. Ve a Santiago caminar herido hacia su casa.
  • El policía Leandro Pornoy: Policía del pueblo. Se entera del crimen por Faustino Santos, pero no actúa eficazmente para evitarlo.
  • Rogelio de la Flor: Esposo de Clotilde Armenta. Muere del impacto tras ver el asesinato.
  • Mercedes Barcha: Novia y futura esposa del narrador.
  • Hortensia Baute: Vecina que ve a los Vicario con los cuchillos ensangrentados.
  • Sara Noriega: Dueña de una tienda de zapatos.
  • Celeste Dangond: Vecino que saluda a Santiago minutos antes de su muerte.
  • Indalecio Pardo: Amigo de Santiago que intenta advertirle, pero no se atreve.
  • Poncho Lanao: Vecino que ve a Santiago corriendo antes de su muerte.
  • Argénida Lanao: Hija de Poncho Lanao, testigo del asesinato.
  • Magdalena Oliver: Mujer que vio llegar a Bayardo San Román al pueblo.

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