27 Dic
La política de reformas desarrollada durante el bienio reformista (1931-1933), fue impulsada por el gobierno de republicanos de izquierda y socialistas, presidido por Manuel Azaña. Continuaba las reformas emprendidas durante el Gobierno Provisional en el objetivo de modernizar y equiparar a España a los países europeos más avanzados.
Reformas Socio-Laborales y la Reforma Agraria (1932)
Fue impulsado por el ministro socialista de trabajo, Largo Caballero. Se concretó en la Ley de Términos Municipales, la Ley de Jurados Mixtos, la Ley de Laboreo forzoso y el establecimiento de la jornada máxima laboral de 8 horas. Pero la Ley de Reforma Agraria fue el proyecto de mayor envergadura. Su objetivo era crear una clase media rural, propietaria de sus explotaciones, y que habría de ser la que incentivara la salida del atraso industrial.
Reforma Educativa
La reforma educativa, impulsada por el radical-socialista Marcelino Domingo y, a partir de 1932, por el socialista Fernando de los Ríos, establecía la eliminación de la religión católica como asignatura y la prohibición del ejercicio de la enseñanza a las Congregaciones Religiosas.
Reforma Militar
La Reforma militar impulsada por Azaña como ministro de la Guerra pretendía una modernización y democratización del ejército.
Reforma Territorial del Estado
La reforma territorial del Estado pretendía dar cabida las aspiraciones de autogobierno, dentro del Estado integral, de las regiones con un fuerte sentimiento identitario.
Revolución de Asturias de 1934
El fracaso y la oposición a algunas reformas, criticadas tanto por la derecha como por la izquierda radical, el deterioro económico, que hizo aumentar la conflictividad social, las huelgas, la violencia política y la represión gubernamental (como los sucesos de Castilblanco en Bajajoz o Casas Viejas en Cádiz, 1933), y la pérdida de popularidad y el desgaste de la coalición de partidos que respaldaban al Gobierno, llevaron a la convocatoria de elecciones generales para noviembre de 1933.
El nuevo Gobierno presidido por Lerroux frenó la reforma agraria: se devolvieron tierras a la nobleza, se anuló la cesión de tierras cultivadas a los campesinos y se recuperó la libertad de contratación que hizo bajar los jornales.
El viraje conservador y la rectificación de las reformas anteriores provocaron la radicalización del PSOE y la UGT, auspiciada por Largo Caballero, que proclamaron en junio de 1934 una huelga general campesina.
La Revolución de Octubre de 1934 fracasó en casi todas partes salvo en Asturias donde contó con el apoyo de la CNT y Cataluña donde Companys proclamó la República catalana dentro de la República Federal española.
Las consecuencias de la Revolución fueron notables: entre 30 y 40000 personas fueron detenidas con 2000 muertos en los enfrentamientos.
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