11 Dic
El Sistema Político de Italia: Un Recorrido Histórico
Antecedentes Históricos
La larga marcha hacia la unidad italiana. El Estatuto Albertino de 1848
A mediados del siglo XIX, Italia se encontraba dividida en varios reinos: el de Cerdeña, el de las Dos Sicilias, los Estados Pontificios, las posesiones de Austria y los ducados bajo su influencia. Las revoluciones liberales posteriores a la caída de Bonaparte (1815) fracasaron, culminando con la intervención y ocupación francesa y austríaca hasta 1848, año que marcó el inicio de la guerra de independencia. Sin embargo, ya había surgido el Risorgimiento, un movimiento que impulsaba la formación de un Estado nacional, la lucha por la libertad contra el absolutismo y la independencia frente a la ocupación extranjera.
En la ola revolucionaria europea de 1848, se promulgaron varias Constituciones. Entre ellas, el Estatuto del Reino de Cerdeña, conocido como Estatuto Albertino, fue el único que permaneció en vigor tras el reflujo revolucionario entre 1850 y 1860. Este Estatuto fue otorgado por Carlos Alberto de Saboya, rey de Piamonte y Cerdeña, ante la situación revolucionaria que amenazaba su trono. Se promulgó el 4 de marzo de 1848, adoptó la bandera tricolor y despertó el entusiasmo popular por la abolición de la monarquía absoluta. El rey abdicó poco después, siendo sucedido por su hijo Víctor Manuel I. Este último nombró gobiernos constitucionales liberales y de centro-izquierda, con el Presidente Cavour, y su reino se convirtió en refugio para muchos exiliados de otros territorios. El modelo piamontés aglutinó las aspiraciones liberales hacia la unidad y, a medida que se lograba la unificación de los territorios italianos y avanzaba la guerra de independencia, el Estatuto fue adoptado por las regiones cercanas.
Las fases de la Unidad
En 1859, se anexionaron Lombardía (excepto Mantua), parte de los Estados Pontificios y los Ducados de Parma y Módena. En marzo de 1860, se celebraron plebiscitos para unirse al Reino de Piamonte en Parma, Módena, la Romaña, Emilia y Toscana. En octubre del mismo año, Sicilia, Nápoles, Las Marcas y Umbría hicieron lo propio, mientras que Niza y Saboya votaron su anexión a Francia.
El primer Parlamento italiano, reunido en Turín en febrero de 1861, convirtió el Estatuto en la Constitución del Reino de Italia, declaró a Víctor Manuel II Rey de Italia y a Roma como capital, la cual no se conquistaría hasta 1870, anexionándose junto con el resto de los Estados Pontificios.
La entrada en Roma, con el Papa refugiado en el Palacio Vaticano, provocó la cuestión romana, un conflicto entre el Reino de Italia y el Papado que no se resolvería hasta 1929 y que tuvo consecuencias políticas durante dos décadas, como la retirada de los católicos de la política y enfrentamientos con otros países. El Estatuto Albertino tuvo una larga duración, hasta la Segunda Guerra Mundial. Se trataba de una Carta otorgada, inspirada en la francesa de 1830, que establecía una monarquía limitada por la Constitución. Era un texto doctrinario, de compromiso entre el poder real y la soberanía parlamentaria, lo que permitía diversas interpretaciones y propició que, con las prácticas políticas, se fuera modificando.
El Rey era irresponsable y necesitaba el refrendo ministerial, aunque conservaba poderes propios, como la posibilidad de solicitar una segunda discusión de una ley, y era el jefe efectivo de los Ejércitos. Junto con la confesionalidad católica del Reino, se enumeraban los derechos y deberes de los ciudadanos: igualdad ante la ley, libertad individual, de prensa, de reunión, de propiedad privada, inviolabilidad de domicilio, legalidad de los impuestos, etc.
El poder legislativo lo ejercían el Rey y las dos Cámaras: la de Diputados, electiva por sufragio censitario, y el Senado, de nombramiento real. Desde 1882, el censo electoral se abrió al sufragio de capacidades y, en 1913, se instauró el sufragio universal masculino.
El sistema electoral era mayoritario uninominal a dos vueltas, salvo entre 1882 y 1890, cuando se utilizó un escrutinio de lista mayoritario. En 1919, se introdujo la Representación Proporcional (RP), que sería, durante casi ochenta años, una de las características determinantes del sistema político italiano, exceptuando el periodo fascista.
El Senado era vitalicio y sus miembros eran nombrados por la Corona. Los príncipes de la Casa Real, a partir de los 21 años, eran senadores, y sus escaños eran ilimitados. Se fue introduciendo la costumbre de que el Gobierno hiciera propuestas al Rey y que los senadores tuvieran 40 años y fueran elegidos entre una serie de categorías (obispos, ex-ministros o parlamentarios, magistrados, etc.) con elevados ingresos. De esta manera, el Rey y el Gobierno controlaban la Cámara Alta, lo que permitía una mayor libertad de acción a la Cámara Baja, especialmente en sus funciones de control del Ejecutivo.
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