15 Feb
Entre los años 1852-1880 nada hacía presumir que Argentina produciría una revolución en la agricultura como la produjo a partir de ese último año.
Desde Caseros al ‘80, continuó siendo la ganadería la fuente productora básica, a punto tal que en 1880 el 89,5% de nuestras exportaciones eran de origen ganadero, y solamente el 1,14% tenía procedencia agrícola.
Durante ese período 1852-1880 sí hubo novedades en el campo ganadero: el crecimiento notable del lanar en relación con el vacuno. Ya venía ocurriendo desde la época de Rosas: en 1850 se exportaron más de 7.000 toneladas de lana, que para 1875 ascendían a más de 90.000. Hacia 1852, las exportaciones de lanas representaban un valor equivalente a la cuarta parte de los valores que significaban las exportaciones vacunas, en 1862 se han equiparado, y en 1872 ya los valores de las exportaciones de lanas superan en un 50 al 60% los valores de las exportaciones vacunas 733. Continúa el alambrado de los campos, la mestización, aparecen las zonas de invernada, se desplaza el vacuno hacia el sur, dejando para el lanar y el cultivo de los cereales las zonas cercanas al puerto de Buenos Aires.
En agricultura, en 1874, Argentina importaba todavía trigo. Pero a partir de este año comienza a crecer la producción de ese cereal, y en 1880 las colonias agrícolas establecidas especialmente en Santa Fe y algo en Entre Ríos, abastecen plenamente el mercado local. En dicho lapso también se vio crecer la producción de maíz.
En el lapso 1880-1914 hubo cambios notables en la ganadería, pero la mutación radical se produjo en la agricultura. Antes de ver la evolución de estas fuentes de producción, daremos algunos datos relativos a la propiedad de la tierra, por su cuota de influencia sobre la producción agrícolo-ganadera.
La ley de colonización n� 816, dictada durante el año 1876, provoca estas consideraciones de Scobie: «Determinadas cláusulas permitían a las compañías colonizadoras privadas elegir, deslindar, subdividir y colonizar tierras por su propia cuenta. Pero los especuladores utilizaron estas cláusulas, en especial la última, para convertir la ley Avellaneda en una burla. Durante sus veinticinco años de existencia, sólo 14 de las 225 compañías colonizadoras que recibieron concesiones de tierras, cumplieron con las exigencias de colonización y subdivisión»734.
La necesidad de financiar la campaña al desierto, provocó la sanción de otra ley en 1878, que permitíó el traspaso al dominio de particulares de inmensas soledades. Como no se puso coto a la posibilidad de adquisición por cabeza y los precios fueron irrisorios, hubo favorecidos con enorme cantidad de hectáreas. Una subasta pública de tierras ordenada en 1882, con un tope máximo de 40.000 Ha. Por cada comprador, hábilmente eludido por los especuladores que apelaron a nombres o agentes ficticios, continuó con la tónica de fraudulenta liquidación de la tierra pública. Dice Cárcano que «con la mejor intención se iba a proteger el latifundio», y más adelante: «en verdad, lo que existía, fue una manifiesta incapacidad en el Poder Ejecutivo y hábiles maquinaciones de un grupo de especuladores influyentes que habían resultado concesionarios»735.
Esa tónica era confirmada por una nueva ley nacional, dictada en 1884, que estaba destinada a proteger los derechos de los ocupantes de extensiones anteriores al dictado de la ley de 1878, pero deficientemente reglamentada, permitíó las maniobras de concesionarios que no tenían los medios suficientes para colonizar, y de audaces favorecidos por créditos bancarios liberales, que lograron acaparamientos considerables. A juicio de Cárcano: «Así pasaron al dominio privado cerca de 3.300.000 Ha. El Gobierno, con absoluto desconocimiento de la tierra pública que poseía, era el único y principal causante de estos abusos, desvirtuando en una práctica deplorable los buenos conceptos que encerraban sus leyes»736.
En 1885, premiando a los protagonistas de la conquista del desierto con inmensas extensiones, se dicta la ley nacional n° 1.628. Los herederos de Adolfo Alsina recibieron 15.000 Ha. Y otros fueron favorecidos con 8.000 o 5.000 Ha. El insospechable Cárcano manifiesta: «Esta ley no ponía el suelo en manos del trabajador… Los derechos de los agraciados fueron cedidos invariablemente al especulador, que abusando del título negociable los acumulaba sin recelo… Llegaron a acumularse en una mano lotes hasta de 60.000 Ha.»737. El presidente de la República, general Roca, recibíó como regalo de la provincia de Buenos Aires 20 leguas cuadradas 738. No todo terminó aquí; continúa Cárcano: «La sucesión de leyes agrarias dictadas desde 1876 parecía que no hubieran colmado la demanda de la tierra, ni los deseos del Poder Ejecutivo por distribuirla con mayor abundancia… El decreto del 21 de Septiembre de 1889 y la ley del 15 de Octubre, que lanzaron al mercado 24.000 leguas de tierra a dos pesos la hectárea, a realizarse en las principales ciudades de Europa, fue un exponente de este estado de cosas 739.
Con estos antecedentes, no es raro que en 1903, según Scobie, «toda la regíón de la pampa había pasado hacía ya tiempo a manos privadas, para ser retenida en ellas con vistas a la especulación, la inversión o el prestigio, pero no para convertirse en propiedad de quienes cultivaban la tierra», siendo imposible a los gobiernos nacionales o provinciales «formular una política de tierras adecuada a las necesidades del inmigrante o del pequeño agricultor. Los gobiernos ya no poseían tierras en las zonas agrícolas»740. Cárcano señala otro aspecto: «La gran afluencia de inmigración después de 1885, halló al gobierno sin suficiente tierra para ubicarla. En los territorios nacionales vírgenes de exploraciones y mensuras, vivía la especulación y se desarrollaba el latifundio al amparo de las grandes concesiones. No se admitía el pequeño propietario»; «…El derroche de la tierra pública… 30.000.000 de hectáreas de campo entregadas a los particulares y numerosos abusos que no pueden defenderse…»741.
Monopolizada la tierra pues, no es raro que en cada censo se note un aumento de arrendatarios y medieros en la explotación agrícola: en 1895 el 39,3% de las chacras son cultivadas por quienes no son propietarios; en 1914 la cifra alcanza al 49,5% 742. Se impónía así una de las peores formas de trabajo de la tierra. Fruto de una política desacertada.
No obstante esto, a partir del ‘80 se asiste a una eclosión de la agricultura. Muchos fueron los factores que se conjugaron para contrarrestar las magras condiciones de posesión de la tierra por parte de los agricultores: a) La pacificación de la pampa húmeda, aventado a partir de ese año el peligro del malón indio, b) La propia calidad de las tierras de esa inmensa planicie, con su preciosa capa de humus, con su clima templado y sus lluvias superiores a los 600 milímetros anuales: una de las manchas verdes más extensas y apropiadas para la agricultura, del planeta; c) La proliferación de la mano de obra agricultora, que viene en masa impresionante al país, precisamente a partir de 1880; d) Vuelco en el transporte con la aparición en la República de la tracción a vapor, por tierra con el ferrocarril, que hace posible el traslado de mercaderías en volumen apreciable, como requiere el cereal, desde lejanas zonas a los puertos de embarque; por agua, con el buque a vapor, que permite el traslado económico de abundantes masas de cereales a Europa, algo que no se habría podido efectuar con la navegación a vela; e) Perfeccionamiento de instrumentos para la explotación que nuestro país comienza a importar de Europa y Estados Unidos: maquinaria agrícola, galpones, molinos, tanques australianos, tractores, etc.; f) Avances en el cercado de los campos con alambrados que imposibilitaban que el ganado irrumpiera destructivamente en los sembrados.
Así, el número de hectáreas sembradas en 1875, que llega a 340.000, son en 1888 ya 2,5 millones; en 1895 son 5 millones; en 1905 pasan a 12 millones; y en 1914, alcanzan a 24 millones. Los principales rubros del agro explotados son el trigo y el maíz, cuyos precios, en general mejoran en el mercado internacional en esta etapa. A partir de 1900 se agregan la alfalfa, para alimento del ganado fino, y el lino. Las exportaciones de cereales, que en 1880 cubren el 1,4% del total, en 1890 hacen el 25,4%, y en 1900, el valor de las exportaciones de cereales, ya con en un 50,1%, es superior al de las exportaciones ganaderas. En 1912 se alcanza el 57,9 por ciento 743.
En el rubro ganadero, los cambios que se operan son considerables. Hasta 1895 en las exportaciones siguieron predominando las lanas, el tasajo y los cueros, con un bajo índice de mestización del vacuno, aunque no así del ovino. Pero a fines de la presidencia de Avellaneda aparece el proceso que permitirá el congelado primero, y luego el enfriado de las carnes. Esto vendría a revolucionar el panorama de nuestra ganadería.
Los primeros frigoríficos aparecen en 1883, sin embargo, desde 1890 a 1900, lo que crecíó fue nuestra exportación de animales en pie a Inglaterra, comercio en que Estados Unidos, por su proximidad con este país nos superaba, dado que el flete era más económico y los animales llegaban en mejores condiciones.
Recién a partir de 1900, comenzó a crecer nuestra exportación de carnes congeladas, primero de ovinos, y luego de bovinos. Ya hacia 1905 se insinúa que Argentina podría desalojar la preponderancia, en envío de carnes congeladas, a Estados Unidos, lo que se hace evidente en 1911. Para que tengamos una idea del aumento de la exportación de carne congelada, veamos que en 1899 salieron más de 2 millones de pesos oro de ovinos en esas condiciones, y en 1911 se alcanza el pico, con más de 10 millones de esa moneda. El bovino congelado, cuya exportación en 1899 no llegaba al 1/2 millón de pesos oro, en 1908 estaba superando los 17 millones de esa divisa, y en 1913 alcanzaba a 59 millones. Durante la guerra, en 1916, por ejemplo, se exportaron 94 millones de pesos oro.
A partir de 1908 se comienza a observar exportación de carne enfriada, «chilled beef», esto es, carne a 2 ó 3 grados bajo cero, mientras que la carne congelada que lo era a unos 20 grados bajo cero. Con el enfriado se logró conservar el sabor de la carne fresca hasta cuarenta días después de su preparación, lo que le permite llegar al mercado inglés. Poco a poco las cifras de la exportación del chilled aumentan notoriamente: llegan a 625.000 pesos oro en 1908, en 1914 a más de 8 millones, y con el tiempo, ya durante la presidencia de Alvear (1925-1929), superarán la exportación del congelado 744.
Las fuertes exportaciones de congelado y enfriado exigen una mayor mestización del ganado. En 1888, apenas el 20% de nuestros vacunos se ha cruzado, en 1895, la cruza es del 35% y sigue en aumento. Pululan los alfalfares y el cultivo de avena, con gran incremento de las hectáreas sembradas con esos alimentos para el ganado fino. Aparece el especialista en el engorde y mejoramiento del ganado vacuno, el invernador, poseedor de buenos campos alfalfados cercanos a los frigoríficos. éste compra ganado a los criadores, en general de menor capacidad financiera, engorda dichas reses, y luego las vende a las compañías frigoríficas. El negocio ganadero se hace más complejo con la aparición de este intermediario.
Así como la actividad exportadora de cereales cae en buena proporción en manos de pocas firmas –Bunge y Born, Dreyfus, Weil Brothers, Huni y Wormser– el comercio exportador de carnes es detentado casi exclusivamente por frigoríficos británicos y norteamericanos. Un poco, porque Estados Unidos fue perdiendo el mercado inglés en la exportación de animales en pie, otro poco, porque en ese país se había dictado una ley contra los trusts, y finalmente, porque la mano de obra Argentina era más barata. Se nota a partir de 1907 que Swift y Armour compran frigoríficos en Argentina y les hacen la competencia a los británicos, lo que en una primera etapa benefició a los productores argentinos con mejores precios. Pero en 1912 primero, en 1913 después, y dentro de este período, finalmente, en 1915, ambos grupos de frigoríficos, norteamericanos e ingleses, se repartieron las cuotas de exportación, más o menos por mitades, con leve predominio de uno u otro de los grupos según el año.
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