04 Nov

Introducción

Sócrates, uno de los pensadores más influyentes en la historia de la filosofía, destaca por la paradoja de su legado: a pesar de no haber dejado obra escrita, su pensamiento se perpetúa a través de otros autores, especialmente su discípulo Platón. Junto con los sofistas, Sócrates inicia la reflexión moral y encarna el espíritu de la filosofía griega de su época. Nacido en Atenas en el 470 a. C., hijo del escultor Sofronisco y de la comadrona Fenarete, se mantuvo alejado de la política. Sin embargo, a los 70 años, fue condenado a beber la cicuta por «corruptor de la juventud», acusado de enseñar doctrinas contrarias a la religión del Estado. En su juicio, Sócrates, lejos de ceder ante sus jueces, exaltó la tarea educativa que, según él, llevaba a cabo por designio divino. Pudo optar por el destierro o una pena menor, pero argumentó que merecía ser mantenido por el Estado en el Pritaneo, junto a los hombres más ilustres de la ciudad. Entre su condena y ejecución, tuvo la oportunidad de huir, pero se negó, buscando dar ejemplo hasta el final. Su creencia en la inmortalidad del alma no está clara, pero parece que albergaba la esperanza de un destino mejor tras la muerte para los justos.

Contexto y Origen de sus Teorías

Para comprender a Sócrates, es crucial entender el contexto en el que desarrolló sus doctrinas. Se opuso firmemente al relativismo y nihilismo de los sofistas. Su interés no era el mundo físico, sino el antropológico. Adoptó la divisa «conócete a ti mismo» del templo de Delfos y convirtió la filosofía en una introspección del hombre sobre sí mismo y sus semejantes. Esta afirmación surge del reconocimiento de la propia ignorancia: «Solo es sabio el que sabe que nada sabe». Solo quien reconoce su ignorancia busca el conocimiento, a diferencia de quienes, como los sofistas, creen saberlo todo. Sócrates es la antítesis de los sofistas: ellos presumían de sabios, él de ignorante. Según N. Abbagnano, para Sócrates, el saber de los sofistas era un falso conocimiento, carente de verdad, que solo generaba presunción y jactancia, impidiendo la actitud humilde de la investigación, la única digna del hombre.

El Método Socrático

La ironía es el método que Sócrates utilizaba para hacer comprender a los demás su propia ignorancia, creando en ellos una duda que impulsara la investigación. La ironía debía llevar al hombre a reconocer sus límites y actuar en consecuencia. Para muchos filósofos, la filosofía debe ser un método de crítica y liberación del error, para que el hombre alcance el auténtico conocimiento. Sócrates usaba un método particular llamado mayéutica, «aprendido» de su madre, la comadrona. La mayéutica es el arte de hacer que los demás «den a luz» sus propios conocimientos, que cada sujeto extraiga de sí mismo las respuestas. El arte de la mayéutica reside en preguntar de tal forma que los sujetos respondan lo que antes afirmaban no saber. Sócrates asumía que todos tienen algo intelectual que «parir». Hacía que quienes parecían ignorantes demostraran su conocimiento a través de las preguntas, aunque él se declaraba estéril en respuestas. No se trataba de enseñar, sino de hacer que los demás aprendieran de sí mismos. La investigación, y en especial la mayéutica, no es algo que el individuo pueda iniciar y desarrollar solo. Debe hacerse en común. La mayéutica es la investigación colectiva basada en preguntas y respuestas que surgen del diálogo. Para Sócrates, la verdadera vida del hombre es social. Dos puntos importantes: todo es convencional cuando se puede guiar a un sujeto a descubrir la verdad por sí mismo; y este proceso debe ser colectivo, no individualista como lo planteaban los sofistas.

El Intelectualismo Socrático

Para Sócrates, la ignorancia es la raíz de todo mal y vicio. El conocimiento no debe limitarse a describir el mundo, sino que debe guiar nuestras acciones. La ciencia no debe dejarnos a merced de nuestros impulsos, sino que debe contribuir a nuestro autocontrol. Actuar es calcular. El hombre a menudo prefiere un placer momentáneo a uno duradero, y de los placeres momentáneos se derivan consecuencias negativas. Esta elección es fruto de un error de cálculo, y los errores de cálculo se deben a la ignorancia. Quien verdaderamente sabe calcula bien y elige lo que le proporciona mayor placer sin consecuencias indeseables. En esto consiste la virtud: en saber elegir el placer mayor, duradero y sin consecuencias negativas. Para Sócrates, la virtud no es puro placer ni puro sacrificio, sino el cálculo inteligente. De ahí que su teoría ética se denomine «intelectualismo». La injusticia es el cálculo equivocado. A quienes cometen actos injustos hay que enseñarles lo correcto (lo que proporciona mayor placer o satisfacción). Las personas no virtuosas son, en realidad, ignorantes. Su verdadera culpa no es el crimen, sino la ignorancia. El hombre virtuoso no se conforma con el placer inmediato, sino que busca el mayor. No es necesario renunciar al placer para ser virtuoso. La virtud no niega el placer, sino que lo integra en la vida humana más plena, donde siempre se elige lo mejor para el individuo.

Religión

Sócrates consideraba el culto religioso tradicional como parte de los deberes del ciudadano. Los dioses griegos eran expresiones de un único principio divino. Siempre tuvo presente un sentimiento de lo divino, pero su verdadera fe religiosa era su filosofía. Para Sócrates, su misión divina era desarrollar su filosofía y mejorar consigo mismo y con los demás.

La Inducción y el Concepto

Aristóteles atribuye a Sócrates la utilización de razonamientos inductivos (de lo particular a lo general) y la invención del concepto (que expresa la esencia de cada cosa). Mediante la inducción se busca lo universal, el concepto, lo que la cosa realmente es. Sócrates aplicaba estos conceptos e investigación a la ética. Se centraba en cómo deben ser las cosas, más que en cómo son. Buscaba lo universal en la moral (convertir la ética en ciencia –intelectualismo–) para poder enseñar la virtud, que consiste en el conocimiento que fundamenta la mejor elección. Sócrates se oponía a los sofistas, a quienes consideraba falsos sabios que, por su presunción, desdeñaban el auténtico conocimiento, base de la ética y la vida de la polis.

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