14 Nov
4. El TEATRO ANTERIOR A 1939. TENDENCIAS, AUTORES Y OBRAS PRINCIPALES
En las primeras décadas del Siglo XX, el teatro español –a excepción del de Valle-Inclán y Lorca- era valorado por la crítica muy negativamente. La escena española pasaba por un período de decaimiento y atraso respecto al resto de Europa, y venía determinado por unos fuertes condicionamientos comerciales e ideológicos. En el período anterior a la Guerra Civil habrá dos tendencias muy marcadas: el teatro comercial, destinado a un público burgués, escasamente crítico y que aporta pocas novedades técnicas y que, sin embargo, será el que triunfará en las salas; y el teatro innovador, que pretende ofrecer un nuevo tipo de obras, bien por su carga crítica, bien por sus innovaciones técnicas, o bien por ambas. Esta tendencia, sin embargo, fue en su mayoría un fracaso comercial. Dentro del TEATRO COMERCIAL destacan tres tendencias:
La alta comedia benaventina, el teatro poético y el teatro humorístico
Las primeras obras de Jacinto Benavente (1866-1954) se aproximan a la estética modernista, de la que acabará diferenciándose. Evoluciónó de lo incisivo al conservadurismo, adaptándose a los gustos del público. En sus obras, se percibe una crítica superficial de las hipocresías y convencionalismos burgueses, pero sin traspasar lo admisible. Poseen una buena construcción dramática y un lenguaje cuidado y espontáneo. Cultivó, especialmente, dos géneros: el drama rural (La malquerida)
y la alta comedia (Rosas de otoño, El nido ajeno), pero su obra más destacada de su vasta producción (172 títulos) es, sin duda, los intereses creados (1907)
, que se inspira en la commedia dell’arte italiana. Continuador de la comedia benaventina fue Gregorio Martínez Sierra, cuyas dos obras culminantes son Canción de cuna y Don Juan de España.
El teatro poético, por su parte, intentó aproximarse a la poesía lírica para constituir un drama lírico. Posteriormente, quedó integrado socialmente como una moda. Triunfa entonces un teatro histórico en verso al más puro modo casticista. Tal es el caso de Marquina (Las hijas del Cid, El Gran capitán)
, o los hermanos Machado (Juan de Mañara, Las adelfas, La Lola se va a los puertos).
El teatro humorístico aborda temas superficiales con una trama fácil que se resuelve favorablemente y personajes populares que resultan divertidos por su jerga. El sainete madrileño de Carlos Arniches es la última derivación escénica de los entremeses, que evolucionará a la tragedia grotesca, mezcla de lo trágico y lo cómico (La señorita de Trevélez)
En esta corriente de humorismo fácil se sitúa el andalucismo arquetípico de los hermanos Álvarez Quintero (El ojito derecho, El patio)
y Pedro Muñoz Seca, que destacó con obras como La venganza de don Mendo o Los extremeños se tocan y popularizó el género del astracán. En la otra línea se sitúan las obras del TEATRO RENOVADOR, uno de cuyos principales dramaturgos fue Federico García Lorca.
A su regreso de Nueva York (1931) manifestó su intención de emprender una profunda renovación teatral en España. Para ello contaba con el precedente de Valle- Inclán, cuyos esperpentos Lorca admiraba sin reservas. El teatro lorquiano puede llamarse poético, no tanto por el abundante uso del verso, como por la raíz poética de la que nacen sus argumentos y su lenguaje. El tema dominante en casi todo su teatro es siempre el mismo, un tema muy presente también en sus libros de poemas: el enfrentamiento entre el individuo y la autoridad, es decir, el orden, el sometimiento a la tradición, a las convenciones sociales y colectivas (de ahí que la mayoría de sus protagonistas fuesen mujeres) Su primer intento dramático, El maleficio de la mariposa (1919)
, resultó fallido. La siguiente obra, Tragicomedia de don Cristóbal y de la Señá Rosita (1923)
es una FARSA DE GUIÑOL, al igual que el Retablillo de don Cristóbal (1931).
Esta línea teatral de las farsas tiene otros ejemplos, aunque pensados para su representación por actores. Son La zapatera prodigiosa (1929-1930) y Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín (1930).
Mariana Pineda (1923) es un romance popular en tres estampas, que supone la primera tentativa de acercamiento al drama lírico. Algunas piezas cortas anuncian a finales de la década de los veinte el giro hacia el Surrealismo:
El público y Así
que pasen cinco años. Las obras más importantes de Lorca forman la llamada trilogía rural:
Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba
Las tres presentan rasgos comunes: la índole sexual de los problemas tratados, la mujer como protagonista, la ambientación en el campo andaluz y el desenlace trágico. Algunos autores escribieron también para el teatro ocasionalmente, pero sus propósitos de cambio los condenan a ser marginados de los escenarios. En la Generación del 98, destacan obras de Unamuno (La venda, Fedra, Raquel encadenada)
o Azorín (Old Spain, Brandy, mucho brandy).
De interés resulta también destacar la figura de Max Aub, autor de una valiosa producción teatral que incluye obras vanguardistas y
antirrealistas (Narciso, El rapto de Europa).
Entre los dramaturgos de renombre en esta época cabe señalar a Jacinto Grau, que emplea una prosa poética en sus obras de temas tradicionales, como El burlador que no se burla (1930).
Su obra más elogiada es El señor de Pigmalión (1921)
, sobre la rebelión de unos muñecos que acaban matando a su creador. También Alejandro Casona adquiríó fama en 1936 con Nuestra Natacha.
En el exilio escribíó algunas obras famosas que se estrenaron primero fuera de España:
La dama del alba y La barca sin pescador
En ellas hay una mezcla de realidad y fantasía. El abismo entre el teatro descrito hasta ahora y la producción dramática de Valle-Inclán es hondo e insalvable. La originalidad audaz de Valle, sus planteamientos radicales y sin concesiones, la riqueza y expresividad de su lenguaje, lo distinto de sus temas y de su estética explican que sus obras permanecieran fuera de los escenarios de su tiempo, relegados a ser teatro para leer. Sin embargo, hoy se le considera como un autor que supo ver más allá de su tiempo. Valle-Inclán fue radical en su crítica de la sociedad, de la cultura y de la política. Su inagotable búsqueda artística le llevó de su inicial Modernismo decadente a la creación de un género personal: el esperpento. Al igual que en su labor novelística, el primer teatro de Valle se inscribe en la corriente modernista más decadente. Valle prueba a la par otros caminos. El ciclo mítico, con las Comedias bárbaras es el resultado de la prueba. Es una trilogía formada por Ágüila de blasón (1907), Romance de lobos (1908) y la tardía Cara de plata (1922).
La culminación de este ciclo es Divinas palabras (1920).
Simultáneamente, Valle-Inclán desarrolla una serie de farsas (Farsa italiana de la enamorada del
Rey y Farsa y licencia de la Reina Castiza)
En 1920, Valle-Inclán encuentra la fórmula en la que cuajan las líneas anteriores:
EL ESPERPENTO
Con la primera versión de Luces de bohemia,
Valle da nombre a un género literario propio, basado en la deformación sistemática de personajes y valores, con la que ofrece una denuncia de la sociedad española contemporánea. El esperpento incluye otras obras teatrales, como la trilogía Martes de carnaval, integrada por Los cuernos de don Friolera (1921), Las galas del difunto (1926) y La hija del capitán (1927) y novelas como Tirano Banderas (1926) o la serie de El ruedo ibérico.
5.
LA NOVELA ESPAÑOLA DE 1939 A 1974. TENDENCIAS, AUTORES Y OBRAS PRINCIPALES
Una de las consecuencias de la Guerra Civil trajo fue el exilio de numerosos escritores que desarrollaron su creación fuera de España. A pesar de sus diversas orientaciones, en sus relatos podemos encontrar rasgos comunes. Les une su oposición a la dictadura y ciertos temas recurrentes (el recuerdo de la España anterior a 1936, la añoranza de los amigos desaparecidos, la reflexión de la guerra, la descripción de los nuevos ambientes, y el desánimo ante la certeza del imposible regreso). Uno de los principales autores de la NOVELA DEL EXILIO fue Ramón J. Sender.
En su extensa obra se encuentran manifestaciones de varias tendencias y temas: narraciones realistas, alegóricas, históricas, autobiográficas, etc. Su obra más destacada es Réquiem por un campesino español.
Por su parte, la obra narrativa de Max Aub incluye novelas y relatos cortos y las tendencias estéticas van desde el Vanguardismo al Realismo tradicional y el experimentalismo. El tema principal es el ser humano como ser social, político y moral. Su producción más considerada es la serie sobre la Guerra Civil y sus
consecuencias, como en Campo de almendros.
En la prosa de Francisco Ayala, de tono reflexivo, prevalece una visión pesimista de la realidad en
novelas moralistas que analizan los vicios del ser humano y critican aspectos sociopolíticos desde una visión humorística e irónica (Muertes de perro y El fondo del vaso)
Las consecuencias de la guerra se hicieron notar en todos los ámbitos de la cultura. Las tendencias artísticas que se habían iniciado en los años anteriores fueron interrumpidas violentamente, lo que obligó a la nueva generación de novelistas a partir de la nada y explorar nuevas formas narrativas, inspirándose en la novela realista y naturalista del Siglo XIX y, entre sus contemporáneos, principalmente, Baroja.
Varias serán
las tendencias novelísticas triunfantes en la DÉCADA DE LOS CUARENTA:
-La novela nacionalista se acerca a la Guerra Civil desde la óptica de los vencedores. Destacaron en esta corriente Rafael García Serrano, con La fiel infantería; Ignacio Agustí, con Mariona Rebull, y Torrente Ballester,con Javier Mariño, conde adoptó un final “triunfalista” por presiones ideológicas.
-La novela fantástica, donde la fantasía, el humor y la creación de mundos imaginarios constituyeron recursos para rechazar la cruda realidad (Wenceslao Fernández Flórez, El bosque animado).
-La novela existencial
Esta corriente se aleja de la denuncia social para instalarse en la conciencia personal del “yo”. De ahí que los grandes temas sean la soledad, la inadaptación, la frustración, la muerte… Es sintomática la abundancia de personajes marginados y desarraigados, o desorientados y angustiados, revelando el malestar del momento. Irrumpe en nuestro panorama literario de la mano de dos títulos emblemáticos:
La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela y Nada de Carmen Laforet.
Ambos formarán, junto con Delibes, el núcleo de inicio de la generación del 36, a la que se unirán otros novelistas, caracterizados también por introducir una nueva tendencia, el TREMENDISMO, que se definíó como una variante del Realismo, que insistía en lo más sórdido y desagradable de la realidad. Se inicia con La familia de Pascual Duarte, primera novela de Camilo José Cela, publicada en 1942. Entronca con la novela picaresca y presenta la autobiografía de un condenado a muerte. En los CINCUENTA, la novela evoluciona hacia concepciones específicamente sociales. Se pretende reflejar fielmente las condiciones a las que está sometida la sociedad española por parte del régimen autoritario que coarta la libertad del individuo y le somete a situaciones injustas. A partir de la publicación, en 1951, de La colmena de Camilo José Cela y La noria de Luis Romero, el Realismo imperante en la década anterior se convierte en objetivista en fría reproducción alejada de cualquier tipo de psicologismo, que centrará la atención en el pueblo que plantea sus inquietudes y denuncia los problemas que padece. De entre los nuevos novelistas cabría distinguir dos líneas, una social y otra neorrealista. El Realismo social es una tendencia cultivada por una serie de novelistas que subordinan su producción narrativa a unas ideologías basadas en la denuncia inmediata de la situación social existente, ya que la obra literaria tiene valor de instrumento con el que cambiar el mundo. Se desplaza el interés de lo individual a lo colectivo, de los problemas personales a los sociales. Los temas más importantes son: la vida del campo, con su duro trabajo y miseria (La zanja de Alfonso Grosso);
el mundo del trabajo y las relaciones laborales, como en Central eléctrica de López Pacheco;
el tema urbano y la miseria de los suburbios (La resaca, de Juan Goytisolo).
Se trata de novelas que muestran la solidaridad con los humildes. Sin embargo, en el extremo opuesto, se hallan las novelas de la burguésía, en las que se trata el vacío y el egoísmo de esta clase social, especialmente en los jóvenes ociosos y conformistas (Encerrados con un solo juguete, de Juan Marsé).
En cuanto a los rasgos formales carácterísticos podemos destacar la tendencia al argumento lineal y a la concentración espacio-temporal; la preferencia por el personaje colectivo o por el personaje representativo; tendencia a la objetividad del narrador; escasez, sencillez y funcionalidad de las descripciones y un lenguaje sencillo sin gran elaboración estética (salvo excepciones, como Camilo José Cela), con abundantes diálogos
que pretenden reflejar el habla real.
La colmena, como iniciadora de la etapa de Realismo SOCIAL, se caracteriza por su protagonista colectivo, la condensación temporal, la visión pesimista y el deliberado propósito de escandalizar al lector. A la producción de Cela se unen sus novelas de plenitud como San Camilo 1936, Mazurca para dos muertos o Madera de boj.
Esta producción se completa con libros de viajes (Viaje a la Alcarria), colecciones de cuentos y una importante vertiente como investigador de la lengua española (Diccionario secreto).
El neorrealismo es la corriente elegida por otros autores de esta década que no compartieron de manera tan inmediata las inquietudes sociales de los anteriores y actuaron fuera de toda militancia política, lo que no elude su compromiso con la sociedad. En ellas, la crítica es más difusa, y se observa una preocupación por los valores éticos y la intención testimonial de la lucha diaria, la soledad y la frustración. La acción es generalmente escasa, se desarrolla a través de diálogos coloquiales. En esta corriente se sitúa Rafael Sánchez Ferlosio con El Jarama.
En los AÑOS SESENTA, en el ámbito narrativo, junto al agotamiento de la fórmula realista, hay que destacar dos factores de índole literaria que favorecieron la decisiva modernización de la novela española: el descubrimiento de la novela hispanoamericana (Mario Vargas Llosa o Gabriel García Márquez);
Y la lectura de los grandes renovadores de la literatura universal (Proust, Kafka, Joyce)
Algunos de los rasgos de la narrativa de los sesenta son: el narrador es un elemento cambiante y es frecuente el cambio de perspectivas narrativas; se concede una gran importancia al monólogo interior; ruptura de la secuencia cronológica es muy empleada.; se juega con la división del relato. Los capítulos tradicionales son sustituidos por secuencias separadas por espacios en blanco o sin separaciones y, a veces, se insertan collages; el argumento es irrelevante. Se concede más importancia al tratamiento de la anécdota; los personajes son seres en conflicto con su entorno y con su propia personalidad. Los autores más destacados de esta corriente fueron Luis Martín-Santos, con Tiempo de silencio, donde se da una revisión intelectual de la realidad y se genera una profunda renovación de las técnicas narrativas;
Miguel Delibes, con Los santos inocentes, Parábola del náufrago o Cinco horas con Mario, en la que introduce innovaciones narrativas como el monólogo interior, lenguaje coloquial, reiteraciones, etc.;
Juan Benet, con Volverás a regíón, novela experimental compuesta de diversas anécdotas, contadas fragmentariamente, sin orden cronológico;
Juan Goytisolo, con Señas de identidad, sobre la búsqueda de un sentido a la vida; y Juan Marsé, con Últimas tardes con Teresa, visión crítica de la burguésía catalana, en la que emplea las técnicas narrativas experimentales.
6. EL TEATRO DE 1939 A FINALES DEL Siglo XX. TENDENCIAS, AUTORES Y OBRAS PRINCIPALES
El auge teatral del periodo anterior a la Guerra Civil fue disminuyendo con los años debido a la inquietud por otro tipo de espectáculos y se debatía entre dos opciones a seguir: la evasión de una realidad dolorosa o el compromiso que implica la denuncia de esta situación. El género teatral sigue limitado por varios condicionamientos. Las compañías se muestran poco dispuestas a representar obras que rompan con los esquemas convencionales. Paulatinamente, irán surgiendo compañías independientes, directores, escenógrafos y actores jóvenes, que harán un teatro innovador -teatros de cámara y grupos de teatro español universitario (TEU)-, dentro de los límites de la censura. Por el contrario, los autores próximos al
franquismo encuentran en él un excelente vehículo de transmisión ideológica y de evasión. Las diversas directrices del teatro de posguerra se agrupan en dos grandes apartados: la continuidad –en obras que se representan en los teatros públicos-, y la renovación –de experimentación de nuevas tendencias estéticas que apenas triunfan. Las obras que triunfan en la escena del momento son las comedias neobenaventinas y las de teatro de humor, hasta el cambio que supondrá en 1949 el estreno de Historia de una escalera. Entre los autores que cultivaron el género dramático en el EXILIO se observa una amplia gama de estéticas, géneros y temas. Es frecuente la nostalgia y la visión crítica de su tiempo.
Rafael Alberti, además de adaptaciones, escribe obras propias como El adefesio, cercana al esperpento, que tiene como tema la intolerancia; o Noche de guerra en el Museo del Prado.
Alejandro Casona se aleja del Realismo y cultiva un teatro simbólico, poético y, a veces, historicista (Los árboles mueren de pie y La dama del alba). Finalmente, Max Aub, quizá el más representativo de los autores
del exilio, trata la problemática de su época: exilio, guerra, persecuciones…
(De algún tiempo a esta parte, Cara y cruz…)
En la producción de los autores españoles de los AÑOS CUARENTA y principios de los 50 dominó la escena el teatro cómico y de evasión. Dos son las tendencias que destacaron dentro de la comedia de los años 40: la comedia burguesa y teatro de humor. La primera se sitúa en la línea del teatro de Benavente, sin mayores pretensiones que la de entretener. Es un teatro de la continuidad sin ruptura. Los temas más empleados serán el amor, la familia, el matrimonio… Siempre con fin moralizador. Destacan José María Pemán (La verdad)
,
Juan Ignacio Luca de Tena (¿Dónde vas, Alfonso XII?)
, Edgar Neville (El baile).
.. En cuanto al teatro cómico o de humor encontramos la obra de Jardiel Poncela, que habiéndose propuesto renovar la risa introduciendo lo inverosímil, se encontró la oposición del público, con lo que su ingenio y audacia se vieron mermados (Eloísa está debajo de un almendro, Los ladrones somos gente honrada);
Y Miguel Mihura, en cuyas obras triunfa la bondad y la ternura, como en Tres sombreros de copa, Maribel y la extraña familia o Ninette y un señor de Murcia.
En los CINCUENTA comienza a gestarse una nueva concepción del teatro, que abandona el tono ligero, renuncia a la evasión imaginativa y la falsa idealización, en aras del afán de verdad y rigor en la apreciación de las realidades humanas. Con el estreno en 1949 de Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo, nacíó el drama realista, que se consolidó con Escuadra hacia la muerte (1952), de Alfonso Sastre.
A ellos se unen José Martín Recuerda, Lauro Olmo, Carlos Muñiz o Ricardo Rodríguez Buded. Buero Vallejo (1916-2000) es el mayor representante de la tragedia moderna española. En sus obras aúna Realismo y simbolismo. Se caracterizan por su capacidad para construir una historia con valor social, y, a la vez, existencial. Su trayectoria dramática pretende, por tanto, reflexionar sobre la situación del hombre en el mundo. En ella se distinguen dramas realistas, que suponen un examen crítico a la sociedad española Historia de una escalera (1949)
que pretendía, a partir de un contexto, un argumento y unos personajes
identificables, hablar de la realidad desde el escenario; dramas históricos, donde el pasado se convierte en el vehículo para analizar de forma distanciada el presente (El concierto de San Ovidio, Las Meninas);
Y dramas simbólicos, marcadas por la creciente presencia de procedimientos escenográficos que introducen al espectador en el paisaje interior de los personajes (El tragaluz, En la ardiente oscuridad)
El talante luchador de Alfonso Sastre (1926)
Se observa en la serie de manifiestos para la renovación del teatro español que inició en 1950, cuando formó el Teatro de Agitación Social. Su trayectoria teatral comenzó en grupos universitarios y de cámara y ensayo. Su teatro nos ofrece una serie de situaciones- límite, en las que la muerte desempeña un papel primordial. No falta tampoco la alusión al hecho revolucionario o al tema de la persecución política o ideológica, dando lugar a las más diversas interpretaciones del público y de la crítica. Pueden citarse entre ellas Escuadra hacia la muerte (1953)- donde nos presenta la atroz tensión psicológica de media docena de hombres en una trinchera- La mordaza
El cuervo, El pan de todos, La cornada, En la red
En los AÑOS SESENTA triunfó el teatro representado por la nueva comedia burguesa, el teatro comercial, que llega al más alto grado de evasión posible, con autores como Alfonso Paso, con obras como Sentencia de muerte o Las mujeres los prefieren pachuchos;
Jaime de Armiñán ( Eva sin manzana, La pareja)
Y, sobre todo Antonio Gala, que se dio a conocer a partir de los sesenta con obras como Los verdes campos del Edén (1962), Noviembre y un poco de hierba (1967) o Anillos para una dama (de 1973).
El teatro realista de intención social encontró dificultades para ser representado debido a la censura, a las conservadoras estructuras del teatro comercial y al público, poco propenso a innovaciones escénicas o ideológicas. Siguen creando autores consagrados como Buero o Sastre, y desarrollan su labor dramática con desigual éxito autores como Lauro Olmo (La camisa)
, José Martín Recuerda (Las salvajes de Puente San Gil),
José María Rodríguez Méndez (Los inocentes en la Moncloa)
. Pero a partir de los AÑOS SETENTA otros dramaturgos se lanzan a una renovación teatral. Surge así un teatro experimental que originó una búsqueda de la experimentación formal y de cauces dramáticos diferentes. Para eso recurrirán a los movimientos dramáticos vanguardistas europeos que consideraba el teatro como un espectáculo donde el texto literario es un ingrediente más, potencia al
máximo los elementos extraverbales y rompe con la división entre el escenario y los espectadores, de ahí sus dificultades para ser representado, a lo que se une la censura.
Fernando Arrabal, influido por el teatro de la crueldad (Artaud), crea el llamado «teatro pánico», caracterizado por la confusión, el humor, el terror y los elementos surrealistas en el lenguaje. Sus temas son la sexualidad, la religión, la política, el amor y la muerte (Pic-Nic, El cementerio de automóviles)
Pero, probablemente, Francisco Nieva es el más importante de los dramaturgos experimentales. Sus obras tienen una estética antirrealista, aunque contiene un carácter de denuncia. Aborda los dramas colectivos que atormentan al ser humano (la culpa, el egoísmo, el odio o la envidia).
Su obra se divide en tres géneros: teatro furioso, obras de gran libertad imaginativa que se rebelan contra la realidad (Coronada y el toro);
Teatro de farsa y calamidad, más metafísico y poético (Maldita sean Coronadas y sus hijas)
Y teatro de crónica y estampa, de carácter histórico y didáctico (Sombra y quimera de Larra).
Los simbolistas se caracterizan por un acentuado carácter vanguardista y un marcado pesimismo. Usan frecuentemente la simbología animal, la sexualidad, el lenguaje escatológico y agresivo y la violencia verbal para mostrar el poder opresor. Destacaron José María Bellido (Fútbol)
y José Ruibal (El asno).
No podemos olvidar un fenómeno importante que surge a finales de los 60: el teatro independiente, que supónía el rechazo del teatro conservador mediante la elaboración de una estética peculiar y de la autofinanciación. Destacan grupos catalanes como Els joglars o Els comediants que, con obras de autor o creaciones propias, han llevado a cabo una síntesis entre lo experimental (asimilan las tendencias más renovadoras) y lo popular (dirigidas a amplios sectores de público). En el teatro POSTERIOR A 1975 conviven formas y tendencias diversas, aunque la mayoría de los autorescoinciden en su afán por conciliar la búsqueda de un lenguaje propio con la necesidad de atraer el público. Este teatro se ha visto influido por varios factores: desaparición de la censura, creación de nuevas
instituciones, como la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC)-la competencia con el cine, la diversificación de los tipos de teatro (comercial, público o alternativo), etc. Por una parte, perviven corrientes como la comedia burguesa, el drama sentimental, el drama poético, el drama realista, el teatro neovanguardista y los grupos independientes. Por otra, surge un nuevo teatro formado por autores que llegan a los escenarios tras la dictadura con voces muy diversas: simbolistas (Domingo Miras, Carmen Resino…); autores de síntesis, de gran apego a las formas realistas y afán comunicativo (Fernando Fernán-Gómez, Adolfo Marsillach…); autores de los 90, en quienes lo social y lo existencial convive con lo metateatral (Dulce Chacón, Ignacio de Moral…); o el teatro último, que
incorpora otros lenguajes, como el del cine, la televisión o Internet (Itziar Pascual, José Ramón Fernández, Ignacio García May…).
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