28 Jul

Hedonismo:

Epicuro (341-281 a. C.) fundó en Atenas su escuela, El Jardín. Según esta teoría, el bien supremo, aquello que todos los seres humanos perseguimos y que nos llevará a la felicidad, es el placer (hedone). Maximizar el placer y minimizar el dolor es el objetivo prioritario de nuestra vida. El placer se define como:

  • La ausencia de dolor en el cuerpo.
  • La ausencia de perturbaciones psicológicas o espirituales como son el miedo, la angustia, las preocupaciones, remordimientos, la tristeza, el estrés y la ansiedad.
  • La satisfacción de nuestros deseos, incluyendo deseos referidos al cuerpo y deseos más espirituales como son la amistad, el conocimiento y disfrutar de la belleza.

Epicuro distingue 3 tipos de deseos y nos da normas para satisfacerlos y así maximizar el placer y minimizar el dolor:

  • Naturales y necesarios: más que deseos, son necesidades primarias y biológicas: alimentarse, beber y dormir. Su satisfacción siempre hace feliz al hombre. SIEMPRE.
  • Naturales y no necesarios: nacen del deseo de los seres humanos de variar y obtener más placer de la vida. Por ejemplo, satisfacer el apetito con una exquisita paella y no con un trozo de pan, satisfacer la sed con un zumo y no con agua, y dormir en la más cómoda de las camas. Estos deseos debemos moderarlos. ALGUNA VEZ.
  • No naturales y no necesarios: el lujo, el poder, la riqueza, la fama, la gloria, el prestigio y los honores. A estos deseos debemos renunciar, pues no se sacian nunca; cuanto más tenemos, más queremos. EVITARLOS.

Eudemonismo:

Aristóteles, uno de los pensadores más influyentes de la filosofía occidental, desarrolló una ética de la felicidad conocida como Eudemonismo. Según Aristóteles, el bien supremo que todos los seres humanos buscan es la felicidad (eudaimonia). Sostiene que la felicidad no es posible sin ciertos requisitos materiales mínimos, como no vivir en miseria, indigencia, tortura o marginación. Sin embargo, estas condiciones materiales no son suficientes por sí solas. La verdadera felicidad se alcanza cuando una persona se autorrealiza como ser humano, desarrollando plenamente su capacidad de pensar y razonar, lo que diferencia a los humanos de otros seres vivos.

Aristóteles identifica dos tipos de virtudes necesarias para lograr esta autorrealización: las virtudes éticas o morales y las virtudes dianoéticas o intelectuales. Las virtudes morales implican mantener nuestras emociones, sentimientos y deseos en un término medio, evitando los extremos y guiándonos siempre por la razón. Solo las decisiones racionales nos llevarán a la felicidad.

Justicia:

  • Platón: justicia como orden y armonía.
  • Aristóteles: justicia como equilibrio y equidad.
  • Agustín y Tomás: iusnaturalismo: justicia humana y divina.
  • Bentham y Mill: justicia como utilidad pública.
  • Socialismo: justicia como igualdad.
  • J. Rawls: justicia como imparcialidad.

Estoicismo:

Atenas por Zenón en el año 306 a. C. Sus ideas tuvieron un gran éxito siglos más tarde y entre personalidades de las clases sociales más dispares: esclavos como Epicteto, filósofos como el cordobés Séneca y emperadores romanos como Marco Aurelio. El estoicismo defiende que la felicidad se obtiene de modo autosuficiente, viviendo de conformidad con la naturaleza.

Según los estoicos, todo el universo y cuanto en él sucede, también, por supuesto, la vida de cada uno de nosotros, está regido, dirigido y determinado por una Ley, Principio o Razón Universal que todo controla y domina. Por todo esto, el ser humano debe vivir de acuerdo con la Razón Universal, vivir en armonía con el todo, aceptar lo que el destino nos depare aun cuando nos parezca absurdo, irracional, trágico o doloroso, pues sabemos que, aunque desde nuestra perspectiva individual e inmediata lo parezca, no lo es desde la perspectiva universal.

Por ello, nuestro bien supremo, aquello en lo que se cifra la felicidad para el estoicismo, es la imperturbabilidad (ataraxia): permanecer impasibles ante todo aquello que no depende de nosotros, que en ocasiones puede ser el amor, el éxito, la salud, la riqueza, siempre la muerte y los golpes de la fortuna. En realidad, todos terminamos por aceptar lo que no podemos cambiar, pero unos lo hacen por la fuerza, es decir, con mucho sufrimiento y resistencia, y otros de buen grado, con aceptación. Pues bien, la libertad consiste en que podemos elegir esa actitud interior con la que vivimos lo que no podemos cambiar.

Ética de Kant:

La ética del deber de Immanuel Kant, un filósofo alemán del siglo XVIII, se centra en la intención detrás de las acciones más que en las acciones mismas. Kant distingue tres tipos de acciones:

  • Contrarias al deber: son inmorales.
  • Conformes al deber pero realizadas por interés, miedo al castigo o inclinación: carecen de valor moral.
  • Conformes al deber y realizadas por respeto al deber: son moralmente buenas.

Para Kant, una acción es moralmente buena si es conforme al deber y realizada con la intención de respetar el deber, sin importar las consecuencias o beneficios personales. El deber se expresa mediante el imperativo categórico, que es un mandato absoluto y universal. Kant formula este imperativo de dos maneras:

  • Actúa de tal manera que la norma de tu conducta pueda convertirse en una ley universal. Por ejemplo, si todos rompieran sus promesas, las promesas perderían su valor.
  • Actúa de modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la de los demás, siempre como un fin y nunca como un medio. Los seres humanos tienen dignidad y no deben ser utilizados como meros instrumentos.

La ética kantiana es autónoma, ya que cada persona aplica el imperativo categórico por sí misma, estableciendo su deber independientemente de influencias externas.

Ética dialógica:

Surge en la segunda mitad del siglo XX como una revisión de la propuesta kantiana. Sus principales defensores son Jürgen Habermas y Karl-Otto Apel. Argumentan que los seres humanos vivimos en sociedad: nuestras acciones y nuestras decisiones afectan a todos los demás. Por tanto, se trata de convertir en diálogo lo que en Kant era un monólogo. A través del diálogo, se alcanzará un consenso universal sobre cuáles deben ser sus valores, normas y fines morales.

Para la ética dialógica, las decisiones morales deben adoptarse teniendo en cuenta a todos los afectados por ellas. La importancia del diálogo en la moral condujo a ambos a establecer unas condiciones ideales para que tal diálogo se desarrolle y se pueda debatir los asuntos relacionados con la moral. Estas condiciones ideales que tienen que darse han de ser dos:

  • Principio de universalización: para que una norma sea válida, es necesario que todos los afectados por ella puedan aceptar las consecuencias y los efectos secundarios que, presumiblemente, se derivarían de su aplicación.
  • Principio de la ética del discurso: para que una norma sea válida, es necesario que sea fruto de un diálogo en el que hayan podido participar todos los que pudieran verse afectados por ella y, como consecuencia, todos acepten cumplir esa norma.

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