05 Jul
Política económica del franquismo: de la autarquía al desarrollismo
Transformaciones sociales: causas y consecuencias
Tras la Guerra Civil, España era un país arruinado económicamente por la destrucción de infraestructuras, fábricas, viviendas, etc., con un fuerte retroceso de la producción industrial y agrícola.
El régimen optó por la autarquía económica, es decir, por prescindir de las relaciones económicas con el exterior y utilizar exclusivamente los recursos propios del país buscando la autosuficiencia económica, tanto por razones ideológicas, siguiendo los modelos fascistas, como por necesidad, debido a la ausencia de reservas de oro y la imposibilidad de obtener créditos.
El Estado puso en marcha una política intervencionista que facilitó el control de la economía por parte de la oligarquía del régimen, pero retrasó la recuperación económica: para ello se limitaron las importaciones y se estableció un tipo de cambio (valor de la peseta respecto a otras monedas) que encarecía los productos importados, se fijaron precios agrícolas y se centralizó la producción y comercialización de cereales a través del Servicio Nacional del Trigo. Además, cualquier inversión industrial quedó sujeta a licencia previa y se creó el Instituto Nacional de Industria (INI) en 1941. Este pretendía impulsar la industrialización mediante la creación de empresas públicas en sectores como siderurgia, automoción, electricidad, etc. (ENDESA, Iberia, SEAT o HUNOSA). También crecieron los monopolios estatales. Las consecuencias de esta política económica fueron la carencia de alimentos y productos básicos, el hambre y la miseria generalizada de la población.
El fracaso de la autarquía llevó a un giro de la política económica con la llegada de los ministros tecnócratas del Opus Dei (como Ullastres y López Rodó). En 1959 se decretó el PLAN DE ESTABILIZACIÓN. Sus objetivos eran conseguir un fuerte crecimiento económico, una rápida industrialización y conectar a la economía española con la internacional. Para ello se liberalizó la economía mediante la supresión de trabas burocráticas, el recorte del gasto público (limitando el presupuesto del Estado y subiendo el precio de los servicios públicos) y la apertura al exterior. También se liberalizaron los precios protegidos, aumentaron los tipos de interés y se restringieron los créditos. La peseta se devaluó, fijando un tipo de cambio más realista. Por último, se liberalizaron las inversiones extranjeras salvo en algunos sectores estratégicos. Los primeros efectos fueron negativos, pero pronto se produjo el despegue económico que situó a España como décima potencia industrial del mundo.
Al Plan de Estabilización le siguieron, a partir de 1962, los PLANES DE DESARROLLO. Estos promovían el crecimiento, industrialización e inclusión de la economía española en la internacional, a través de estímulos a la inversión, tanto de capital español como extranjero mediante ventajas fiscales y créditos, y la creación de Polos de Desarrollo. Sus resultados fueron una fuerte industrialización, la mejora del nivel de vida, una fuerte entrada de divisas (envíos de los emigrantes a las familias y masiva llegada de turistas), la modernización de la agricultura y los transportes. A pesar de ello, produjeron desequilibrios importantes como un crecimiento desigual entre regiones (zonas del interior quedaron deprimidas) y entre campo y ciudad. Además, se beneficiaron la banca y las grandes empresas, se produjo una gran emigración hacia Europa y la discriminación de la mujer fue una constante.
El desarrollo económico supuso que, en una sola generación, los españoles vivieran un cambio mayor que en todo el siglo anterior:
- El desarrollo de la industria y los servicios provocó la emigración masiva de la población rural y la concentración en las grandes ciudades. También la emigración exterior hacia Europa alcanzó cifras muy elevadas por la falta de empleos. La mejora de las condiciones de vida provocó un aumento de la natalidad que, junto con el retroceso de la mortalidad, produjo un gran crecimiento demográfico, el llamado “baby boom”, impulsado en parte por la política pronatalista del régimen. A la vez, hubo una drástica reducción de la población activa agraria, que se desplazó a la industria y al sector terciario.
- Los niveles de educación mejoraron significativamente (los estudiantes de bachillerato se multiplicaron por 3 y aumentaron los universitarios) y se decretó la escolarización obligatoria hasta los 14 años. También la sanidad avanzó hacia la universalización (1967: Ley de Bases de la Seguridad Social) y se intensificaron los planes de construcción de viviendas sociales para paliar el chabolismo.
- En la estructura social se produjo un fuerte aumento de la clase media, con una mentalidad más abierta y dinámica. La condición femenina se va a modificar de forma sustancial, la mujer abandona su papel tradicional para incorporarse a las universidades y al trabajo remunerado.
- El aumento del nivel de vida y del poder adquisitivo hace posible la entrada de España en una sociedad de consumo (el automóvil, la televisión y los electrodomésticos se generalizaron en los 60 y 70). Se fueron imponiendo nuevos gustos, modas y costumbres procedentes de Europa, introducidos por los emigrantes, la televisión y los turistas, y eran incompatibles con la moral católica franquista.
Todos estos cambios económicos y sociales también provocaron un cambio de mentalidades: penetración de los modos de vida occidentales, nuevas generaciones de universitarios más numerosas que se desvinculan de los ideales del régimen, el rebrote de los nacionalismos, etc. Estos, en lugar de fortalecer al régimen franquista, que creía posible una prosperidad económica sin democracia, fueron generando en el conjunto de la sociedad una actitud de rechazo hacia la dictadura, debilitando sus apoyos y generando una mayor oposición al régimen.
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