24 Dic

Transformaciones en el Mercado Laboral y la Economía Global

A finales del siglo XX, no se daban las circunstancias que permitieran la generalización de un único modelo productivo, como las que promovieron la generalización del paradigma fordista en las décadas centrales del mismo siglo. Frente a los que pensaban que los avances tecnológicos determinan una manera de producir y un modelo de sociedad, cada vez se comparte más la idea de que son los criterios empresariales los que deciden qué tecnología y qué organización del trabajo es la que mejor se adapta a las circunstancias de sus empresas. Se trataría de ver qué factores condicionan, en última instancia, el criterio empresarial. Un primer factor puede estar establecido por la cultura del trabajo de cada país, de cada región y por sus instituciones. La elección del empresario dependerá del alcance de los controles institucionales citados y de la mayor o menor fortaleza de los sindicatos y de los equipos de trabajadores. En cuanto a los mercados de trabajo, la vertiginosa integración económica experimentada en los últimos veinte años del siglo XX ha contribuido a que experimenten una creciente articulación geográfica y una cierta homogeneización de sus instituciones. Los resultados de esta tendencia se manifiestan en la mundialización de los contratos de trabajo que las empresas hacen por sí mismas o a través de empresas subsidiarias, en el avance de las ideas neoliberales a favor de la desregulación y la flexibilización de los mercados, en la consolidación de la segmentación de los trabajadores o en el retroceso de la negociación colectiva. Ello ha tenido un efecto inmediato en la tendencia a la desigualdad, la polarización y el ensanchamiento de las diferencias entre los distintos sectores de la población. La diferenciación se ha manifestado entre países ricos y pobres; entre los beneficios empresariales y los salarios; y la desigualdad de las rentas salariales entre sí.

Perturbaciones Monetarias y Financieras

El Fin del Patrón Oro

El sistema de Bretton Woods había funcionado sin graves problemas hasta la década de los 60. Pero a medida que nos acercamos al final de la misma, el dólar comienza a acusar ciertas debilidades atribuibles al aumento del déficit de la Balanza de Pagos en los EE. UU. Déficit que resultaba de la suma de los saldos negativos de las balanzas comercial y de capitales, y que eran debidos a las ayudas exteriores consentidas por el gobierno y a la enormidad de los gastos militares de la Guerra Fría. Hasta 1971, el excedente comercial compensó esta excesiva salida de liquidez, pero a partir de dicho año la balanza comercial se degrada por vez primera desde 1893. Ello era el resultado de un doble fenómeno: la concurrencia cada vez mayor de los productos europeos y japoneses con respecto a los americanos en el mercado mundial, y las inversiones en el extranjero que hicieron disminuir la parte de la producción americana elaborada en los EE. UU. Como el dólar era la moneda internacional por excelencia, el déficit americano se saldaba con ella, lo que hizo aumentar las existencias de la misma en el exterior del país. Dicho stock se repartió entre los bancos centrales y los comerciales, que disponían de la moneda en cuestión para la concesión de créditos a medio y largo plazo. De esta manera, la cantidad de dólares aumenta y su relación con los depósitos de metal amarillo guardadas en Fort Knox se deteriora, tanto más cuanto que estos últimos disminuyen. En 1949, ascendían a 25 billones de dólares, mientras que el stock mundial se elevaba a 32; en 1971, se habían reducido a 11. Si el dólar no se devaluaba, su convertibilidad en oro se habría convertido en un mito. Pero esa devaluación no resultaba fácil debido a la resistencia de las autoridades.

Para las cuales, una política de moneda fuerte constituía el símbolo de la potencia americana. En 1971, ante la subida espectacular del déficit, el dólar deja de inspirar confianza y la especulación en torno a él se amplifica en todo el mundo. Muchos mercados se cierran, circunstancia que será aprovechada por el presidente Nixon para suspender temporalmente la convertibilidad y para autorizar un arancel suplementario sobre las importaciones. Pocos días después, se procede a la devaluación oficial; una onza de metal amarillo costará 38 dólares y no 35, lo que supone que las demás monedas se revalúan una media del 10%; pero ello no debilitó su posición como moneda internacional ni el lugar central que ocupaba en el SMI, cuya fisonomía cambia completamente. El sistema de Bretton Woods acabó derrumbándose debido a la actuación unilateral de los EE. UU., que en 1970-71 se negó a defender su débil situación de pagos empleando los procedimientos deflacionarios normales. La repetida y manifiesta insuficiencia de las realineaciones de los tipos de cambios fijos en un mundo donde la especulación internacional era tan fácil hizo imposible defender un tipo fijo sin que surgiera una crisis cada pocas semanas. El sistema de Bretton Woods no podía durar mucho, dada la libertad para efectuar pagos internacionales, las diferencias de crecimiento nacional y la marcha de los precios. A lo largo de los años 1972 y 1973, la divisa americana se devalúa de nuevo y las monedas de numerosos países, autorizándose finalmente la flotación generalizada de las cotizaciones. En estas circunstancias, no puede sorprender que los países exportadores de petróleo empezasen a pensar en la revisión al alza de los precios del crudo, tanto más cuanto que estos últimos se expresaban en dólares. El reconocimiento de la nueva situación creada impulsó la convocatoria de la conferencia de Jamaica, en la cual se adoptaron los siguientes acuerdos:

  • Abandono de las paridades fijas.
  • Desaparición definitiva del oro como referencia monetaria.
  • Fijación del valor de cada moneda nacional de acuerdo con la disposición de reservas de Derechos Especiales de Giro o en relación con el valor de otras monedas.
  • Evaluación de los DEG de acuerdo con la cotización de las divisas más importantes y no con la del dólar como antes.

Se firma así el acta de defunción del sistema de Bretton Woods. Las consecuencias de estos cambios serán muy importantes para la vida económica:

  1. Los distintos países podrán saldar en adelante el déficit de su balanza de pagos con su propia moneda, lo que significa en la práctica la posibilidad de prolongarlo.
  2. El dólar sigue siendo la moneda internacional pero sin referencia al oro. Los Estados Unidos deben garantizar su estabilidad. Ello supuso no pocas ventajas, ya que en adelante pudo practicar la política monetaria que le convenía, dejando a sus partenaires el trabajo de adaptarse a los cambios. Asimismo, le era factible financiar los gastos militares o adquirir bienes de equipo en el extranjero con su propia moneda, aunque su balanza comercial fuese deficitaria. El país más rico del mundo podía vivir a crédito a expensas de los restantes.
  3. La no convertibilidad del oro se presta a dos lecturas complementarias. Sanciona el debilitamiento relativo de la economía americana con relación a sus competidoras y la incapacidad de su industria para soportar durante más tiempo el nivel de las paridades monetarias en vigor, y facilita el desarrollo de un sistema financiero internacional cuyo soporte central es el dólar, lo cual sólo fue posible porque ningún país occidental disponía de una moneda que pudiera ocupar esa posición central.

Deja un comentario